Gaza sangra

La rabia, el terror, la impunidad. Gaza fosforece, sangra, estalla, se colapsa en mil fragmentos diminutos que no alcanzan a romper el cristal esmerilado del televisor. Aquí, en el tórrido verano de las viviendas vacías, de los desarrollos urbanísticos abandonados a la maleza, hay un PAU en cada corazón. Oímos los impactos, y entre una nube de mentiras intentamos desentrañar las lágrimas y las apuestas, ser solidarios sin compromiso, partidarios sin desgarros. Hay un PAU en cada corazón, pero Israel reparte muerte en Gaza con las manos abiertas, impone pobreza, practica el genocidio cotidiano de todo lo que nos constituye, de todo lo que nos alienta, del mundo que podría ser. Hay un PAU en cada corazón, pero, a veces, la ternura de los pueblos se despega del televisor, se digna irrumpir en las aceras gastadas, en las tardes de calima. Va más allá del PAU, baila con la resistencia. Con todas las resistencias. Con la carne que no se somete, con el sueño que levanta los brazos que defienden lo que queda, con el pueblo que no se rinde aunque le pretendan sepultar bajo décadas de ignominia. Con el pueblo palestino, que habla con sus actos de autodefensa y con su dignidad acosada, día tras día, todos los días del año.

(Vente el próximo jueves, a las 19.00, a la concentración de apoyo a Gaza, frente a la embajada israelí de Madrid. Que la noche no caiga, para nuestra verguenza)



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