Las movilizaciones por el asesinato de George Floyd. racismo y conflicto social.
LAS MOVILIZACIONES POR EL ASESINATO DE GEORGE FLOYD. RACISMO Y CONFLICTO SOCIAL.
El asesinato del ciudadano estadounidense negro George Floyd, a manos de un agente de policía blanco en Houston, ha producido la mayor ola global de movilizaciones sociales desde el inicio de la pandemia de coronavirus. Miles de personas de todo el mundo se han manifestado para hacer audible su repulsa ante lo que consideran un nuevo episodio de brutalidad policial racista en Estados Unidos. En Madrid, Sidney, Londres o Paris se han sucedido las protestas. Pero donde han alcanzado su mayor fuerza ha sido en el mismísimo territorio estadounidense, donde se han multiplicado los disturbios, las marchas y las movilizaciones, hasta el punto de que el presidente norteamericano, Donald Trump, ha amenazado con recurrir al Ejército. Se ha declarado el toque de queda en la ciudad de Nueva York, tras fuertes enfrentamientos entre manifestantes y antidisturbios. Y las protestas no cesan, son cada vez más masivas y cuentan con una creciente simpatía por parte de sectores cada vez más amplios de la sociedad estadounidense.
El racismo es uno de los elementos constitutivos del régimen político y económico norteamericano desde la aprobación de la Carta Magna estadounidense. El mecanismo original de reparto de votos entre los Estados, y de asientos en el Congreso, que permitía que los esclavos negros contasen a la hora de determinar los habitantes representados por los congresistas del Sur, sin que pudiesen votar ni presentarse a las elecciones, fue uno de los elementos fundamentales que garantizaron la construcción del Estado y la aprobación de la Constitución. La posterior guerra civil otorgó a los negros la abolición de la esclavitud, pero no la igualdad de derechos civiles, que tuvo que esperar a la gran convulsión revolucionaria global del 68 y a las luchas del “Black Power”.
Y los derechos civiles tampoco han garantizado la igualdad real. En la sociedad norteamericana las fracturas de clase y de raza se amalgaman y confunden. En 2018, según la Oficia del Censo, la media de ingresos de las familias negras era de 41.361 dólares. Para los blancos no hispanos, la media era de 70.642 dólares. Mientras la media de las familias blancas había aumentado en una década un 8,8 %, la de las negras sólo lo había hecho un 3,4 %, lo que indica que las desigualdades, lejos de atemperarse, están aumentando.
Las desigualdades económicas se
convierten, también, en posibilidades de enfermar. El Centro de Control y
Prevención de Enfermedades de la Administración indica que los negros entre 18
y 49 años tienen más del doble de posibilidades de morir de una enfermedad
cardiaca. También hay una clara diferencia en los datos relativos a la
hipertensión y a la diabetes, lo que ha impacta fuertemente en las cifras de
fallecimientos relacionados con la pandemia de Covid-19. El grupo de
investigación Amfar relata que los negros han sufrido la mitad de los contagios
del país, pese a ser el 22% de la población y, además, representan el 60% de
los fallecidos por la enfermedad. Barrios degradados, miseria, falta de
servicios públicos, ataques racistas…todo ello forma parte de los elementos que
pueden favorecer los problemas de salud en una sociedad sin un servicio
sanitario público de acceso universal.
La brutal desigualdad económica,
a su vez, se configura como un factor generador de una sorda lucha de clases,
con un evidente tinte racial. Los negros tienen más de dos veces y medio de
posibilidades de morir a manos de la policía que los blancos, según la
Universidad Northwestern. Constituyen, además, una amplia mayoría entre la
población penitenciaria norteamericana. Recordemos que Estados Unidos ha
construido un titánico sistema penitenciario que, convertido en un gran negocio
para determinadas empresas vinculadas con las distintas familias políticas, es,
con enorme diferencia, el mayor en porcentaje de reclusos por total de
habitantes, del mundo.
Unamos ha eso las enormes
contradicciones sociales provocadas por el impacto económico de la pandemia. Millones
de estadounidenses han perdido su empleo. En abril el índice de paro se disparó
al 14,7 % de la población activa, el más alto desde 1948, y el PIB amenaza con
desplomarse más del 20% en el segundo trimestre del año. Metamos también en el
caldero la creciente tensión de una campaña electoral extendida, con un
resultado incierto. El candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, es un
político social-liberal perteneciente al ala del Partido más vinculada con las
necesidades de la gran empresa, que sólo ha conseguido su nominación tras la
oportuna retirada de parte de sus rivales, en una maniobra que consiguió ahogar
el ascenso del izquierdista Sanders en los primeros caucus de las primarias. La
ventaja de Biden sobre Trump en las últimas encuestas electorales ronda el 10%,
pero su ascenso está más relacionado con la brutal tormenta económica provocada
por el coronavirus y con los errores políticos de la plataforma trumpiana que
con sus propios aciertos, lo que empuja a una noche electoral incierta para el
4 de noviembre.
En este escenario de racismo
estructural, desigualdades crecientes, tensión política entre distintos
sectores de las élites por la permanencia de Donald Trump en la presidencia, y
sorda lucha de clases salpicada de escándalos de brutalidad policial, las
movilizaciones por la muerte de George Floyd han operado como una chispa capaz
de incendiar la pradera. Las contradicciones internas de la gran potencia
global norteamericana se hacen expresas con el estallido una ola de revueltas
que nadie sabe como detener. Ni la represión desnuda implementada por Trump,
con el apoyo de los sectores nacionalistas, reaccionarios y aislacionistas de
las élites. Ni la dinámica de cooptación y encauzamiento hacia Gran Casa Común
demócrata, con el apoyo de los magnates de Sillicon Valley más interesados en
el proceso globalizador. De momento, nada puede domesticar a una nueva
generación de jóvenes negros que parecen estar dispuestos a no aceptar el
destino subordinado que se les quiere imponer.
Nos lo cuenta Abuy Nfubea,
director de Uhuru Afrika TV, y militante histórico del Movimiento
Panafricanista en España:
“Históricamente, el sistema de
justicia norteamericano ha sido cercano a las tesis racistas. La policía
percibe a la comunidad negra como un sujeto colonizado, y se ve a sí misma como
un ejército de ocupación en los barrios negros. Desde que la familia Clinton aprobó
la ley que ha provocado el proceso de encarcelamiento masivo de negros en el
sistema penitenciario actual, se ejerce una dinámica colonial con las
barriadas. Además, el despertar de una conciencia social fuerte en la juventud
negra está haciendo visibles las contradicciones de la burguesía negra, que se
elevó socialmente con las luchas por los derechos civiles y llevó a la
presidencia a Obama, pero no consiguió que nada esencial cambiara.”
“Los negros son un sujeto
colonizado para el poder estadounidense -nos dice Abuy- y el racismo es la
ideología de los colonizadores. La posición de Trump es criminalizar la
protesta y situarse siempre de parte de las tropas de ocupación. Apuesta a que
el gobierno también puede sacar rentabilidad de este conflicto, potenciando
entre los blancos una conducta de orden. Trump quiere polarizar y generar
contradicciones entre los liberales con el argumento racial. Califica la
protesta de insurrección, con lo que da la razón a la gente que creemos que
estamos ante un contexto colonial, ante un conflicto político. Pero los
analistas, periodistas e intelectuales liberales no quieren reconocer que
estamos ante un conflicto colonial, como puede ser el palestino.”
“Si se ataca y se mata a los
negros es porque la juventud negra se está organizando”- puntualiza Abuy-
"En todo el mundo el poder va siendo cada vez menos blanco y el poder
blanco tiene que reaccionar para mantener sus privilegios. En Europa, los
medios de comunicación mainstream presentan las protestas de los negros como un
asunto de inmigrantes, de extranjeros, pero en Estados Unidos no tienen esa
posibilidad.”
En España, se suele decir, no
somos racistas. Eso es cosa de nórdicos, de anglosajones, de gentes que dividen
a la especie humana en grupos biológicamente definidos. No de una cultura
católica y universalista como la nuestra. Sin embargo, en Madrid también ha
habido movilizaciones por la muerte de George Floyd. Y los manifestantes no
sólo caminaban contra el racismo foráneo. Nos lo cuenta Thimbo Samb, portavoz
de la Federación de la Comunidad Negra Afrodescendiente de Madrid, entidad
organizadora de la protesta en la capital:
“No todos los españoles son racistas, pero el racismo existe aquí, en España. Cuando sales por la calle la gente agarra sus bolsas y mochilas como si les fueses a robar por ser negro. Ayer mismo, estaba caminando por la calle con otra persona y una mujer empezó a gritarme. “Negro criminal”. Estás en un autobús, un tren, un metro, todos los asientos están llenos menos el que está a tu lado, y no se quieren sentar.”
“No todos los españoles son racistas, pero el racismo existe aquí, en España. Cuando sales por la calle la gente agarra sus bolsas y mochilas como si les fueses a robar por ser negro. Ayer mismo, estaba caminando por la calle con otra persona y una mujer empezó a gritarme. “Negro criminal”. Estás en un autobús, un tren, un metro, todos los asientos están llenos menos el que está a tu lado, y no se quieren sentar.”
El 13 de febrero, la Gran Sala
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaba una sentencia por la que se
permitía la “devolución en caliente” de varios ciudadanos malienses que habían
saltado la valla de Melilla. No se les dejó pedir asilo en nuestro país, ni
fueron atendidos por abogados. No pudieron interponer recurso alguno. El
Tribunal entiende que la actuación de la Guardia Civil fue legal, porque los
dos hombres negros de Mali “podían haber pedido protección internacional en la
Oficia de Asilo y Refugio de la frontera”. Sin embargo, esa es una afirmación
absolutamente utópica: los guardias fronterizos marroquíes, convenientemente
aleccionados por el dinero comunitario, no dejan que nadie se acerque a la
Oficina de Beni Enzar.
“Eso también es racismo”-nos dice
Thimbo- “Y los Centros de Internamiento de Extranjeros, donde se encarcela a
personas que no han cometido delito alguno. Nadie nace racista. Deberían
permitir que fuéramos a los colegios españoles a explicarles a los niños que no
somos ninguna amenaza. Hay que educar a los educadores y a los niños. Hay que
hacer un trabajo conjunto, contra el racismo, con la gente que no es racista.”
Abuy Nfubea se emociona cuando
nos cuenta que:
“El movimiento que ahora se ha
visto en Estados Unidos lleva labrándose muchísimo tiempo. Muchas asambleas,
colectivos, grupos de mujeres y hombres que han trabajado en silencio en todo
el país durante años. El sistema intentará integrarlo con personajes como
Obama. No hay una separación entre lo racial y lo social. Eso es un espejismo,
Cualquier debate racial implica lo social. El racismo no pretende sólo
aniquilar a un grupo, sino también expoliarlo, como hicieron los nazis con los
judíos. El racismo y la clase vienen juntos. La tecnología, los videos grabados
con un teléfono móvil y el nuevo periodismo independiente, están ayudando a
extender la conciencia de la comunidad acerca del racismo.”
Las tensiones sociales se
recrudecen en el país más poderoso del mundo. No está nada claro quién vencerá
en las elecciones del 4 de noviembre. Pero parece que las contradicciones
raciales y económicas generan conflictos cada vez más graves en Estados Unidos.
El racismo, ya lo hemos dicho, es un elemento constitutivo de la Norteamérica
que conocemos. También es uno de sus principales factores de desestabilización.
Mientras tanto, en la España que
hace de frontera Sur de la fortaleza europea, seguimos empeñados en que no
somos racistas. Los gitanos y las gitanas, esos españoles y españolas que tan
bien nos conocen, deben de sonreírse mucho al oírnos repetirlo tanto. Otro día,
quizás, hablaremos de ellos y de ellas.
José Luis Carretero Miramar.
Comentarios
Hay discriminación positiva hacia el inmigrante como la hay hacia la mujer: Las autoridades ponen menos celo en la aplicación de la ley si un acusado es de etnia no europea que si es español o italiano, francés, alemán... Si es mujer incluso se creó toda una categoría de delitos solo para hombres
En América nunca se habló latín, no estuvo vigente la lex romana, ni salió un emperador romano. No son latinos, son hispanoamericanos, iberoamericanos o americanos a secas (los angloamericanos en realidad son europeos asentados en América) Pero si su amigo americano fue agredido por subsaharianos, esté seguro que si los denuncia no le van a hacer ni la mitad de caso que fuesen blancos.
El asunto Floyd es más de lo mismo: ¿Les suana Roger Schafer, el mendigo de Albuquerque fusilado en la parada del autobús por la policía? Aquí pueden verlo: https://www.youtube.com/watch?v=P1e2gEzF43g
¿Cuántas manifestaciones de repulsa hubo? Tuvo la desgracia de ser blanco
En EE.UU hoy no hay racismo institucional, puede haber racismo individual, personas o grupos que sean racistas, como hay en Suecia y entre los propios subsaharianos. En el Estado capitalista contemporáneo el único color es el del dinero, lo aporte quien lo aporte, aunque a nivel individual pueda haber individuos que sí sean racistas. Y si el capitalismo decimonónico era racista no era por convicción (como los nazis) sino por interés (mano de obra casi gratuita), igual que hoy es proinmigración (¿Han visto algún dirigente de patronal quejarse por la inmigración? J. Verstrynge dixit).
Lo que hay es clasismo, que es peor. El enemigo no es el subsahariano, el americano nativo, el chino... es el pobre que contesta y no agacha las orejas, el trabajador indignado, el marginado por un sistema basado en la explotación del hombre por el hombre. No importa la raza; Robert F. Smith, Oprah Winfrey, Jay-Z, Michael Jordan, Kanye West, etc, etc, no sufren ni un solo minuto de opresión, una dependiente de WallMart de origen irlandés o un oficinista italoamericano, sí.
Basta ya del rollo victimista para obtener privilegios mediante la pena. Si en Angloamérica la policía mata más subsaharianos norteamericanos que blancos es porque la proporción de subsaharianos delincuentes es muy superior a la de blancos, orientales, etc. Y se debe, de nuevo, al capitalismo, que una vez abolida la esclavitud no movió ni un dedo por elevar el nivel educativo de los exesclavos y los sumió en esa subcultura negra que es en realidad infracultura donde la ignorancia es motivo de orgullo y más se valora una cadena de oro que un título universitario; y gracias a la que el capitalismo sigue teniendo mano de obra barata.
Así que "black lives" no, "all lives", aunque el lema se lo apropie la ultraderecha yanqui. Esa es la desgracia de la izquierda: hemos dejado que la derecha se apropie tantas cosas que ahora los que defienden el igualitarismo, los que no se ven culpables de hechos de hace siglos, los que no sienten propiofobia por ser del país del que son, votan a Vox, Salvini, Le Pen, Brexit, y más que está por venir. La culpa la tienen los del relato "progre", un verdadero comunista/socialista rechaza todo ese aparato ideológico y reclama los conceptos robados pr la derecha.
Que todos esos que votan ultraderecha que dice defender ideas que ellos comparten vean que muchas son compatibles con la izquierda, que el bando izquierdista era tan españolista como Franco (una concepción de España muy diferente, claro), que Prieto o Azaña nunca renegaron de ser blancos y de cultura hispánica sino muy al contrario; que a la 2ª Guerra Mundial en Rusia la siguen llamando la "Gran Guerra Patriótica".
Hacer el juego a los "demócratas" estadounidenses es trabajar para el enemigo. En EE.UU solo hay derecha y ultraderecha, y si algún candidato se escora un poco más hacia el centroizquierda, se lo cargan o si llega al poder se encargan de "enderezarle"