El cadáver de Franco, el hombre que lo hizo todo
Los españoles empezaremos a entendernos cuando partamos de un parámetro de igualdad: que todo el mundo sepa dónde, en que pedazo de tierra, queda la memoria de su dolor.
Por José Luis Carretero Miramar
Por si ustedes no lo saben, debo comunicarles que, según la ONU, España es el segundo país del mundo en número de desapariciones forzosas, después de la Camboya de los Jemeres Rojos. Y lo es porque, a partir de 1936, en España se cometió genocidio. Un genocidio que ha sido beatíficamente calificado de Guerra Civil y luego como dictadura franquista. Pero un genocidio al fin y al cabo, ya que un entero grupo humano (las gentes que se proclamaban republicanas o de izquierda, en todos sus matices) fue físicamente aniquilado, empujado coactivamente al exilio, condenado al trabajo forzoso, recluido en campos de concentración, despojado de todos sus bienes, sometido a todo tipo de vejaciones y violencias físicas, sociales y sexuales; e incluso calificado de “error genético” por los adalides de la medicina del régimen.
El franquismo, sobre todo en sus primeros años, mismos que llegaron hasta la derrota en la Segunda Guerra Mundial de sus originarios compañeros ideológicos Hitler y Mussolini, lo hizo todo. Es decir, todo lo encaminado a hacer desaparecer de la tierra y de la cultura españolas toda traza de eso que los “rojos” representaban: desde la idea de democracia, a la pluralidad ideológica o religiosa, hasta toda memoria de que había existido esa raza “impura” y “antiespañola”, producto de la famosa “conspiración judeo-masónica internacional”. Todo es todo: asesinatos judiciales y extrajudiciales, robo de bebés, torturas, trabajo esclavo, violaciones convertidas en arma de guerra y celebradas públicamente por dirigentes militares como Queipo de Llano…
Ahora, el Parlamento español ha aprobado exhumar el cadáver del dictador que dirigió ese genocidio del lugar donde descansa o pena (bueno sería saberlo, doctores tiene la Iglesia), tras tan arduo trabajo de sufrimiento y sangre. Porque cuando decimos que el franquismo lo hizo todo, todo quiere decir todo. Hasta algo inimaginable como construir un mausoleo gigantesco a Francisco Franco con el trabajo esclavo de miles de presos republicanos, que están allí, también enterrados con, y a la mayor gloria de, el que literalmente dio la orden de asesinarlos. Pero, por supuesto, siempre hay clases, víctimas y victimario no están juntos y revueltos en ese panteón, sino que el dictador ostenta el lugar de toda preferencia y las víctimas se encuentran en fosas comunes sin nombre y sin posibilidad de que sus familiares recuperen sus restos.
Pero lo realmente indicativo de hasta qué punto Franco hizo todo, no es que construyera tal monumento a la violencia, ni que la Iglesia aceptara gestionárselo de ahí en adelante, sino que no haya sido hasta 70 años más tarde, que se pudiera plantear la posibilidad de introducir algo de salud democrática en ese espacio. Franco hizo todo, y como ya se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, una de las cosas que hizo fue asegurarse de que, tras su muerte, en España no iba a haber una ruptura democrática con su legado, sino una reforma de su régimen que permitiera que, en el seno de una democracia limitada e hipotecada, la misma oligarquía franquista pudiera modernizar y suavizar un aparato estatal degradado y corrupto hasta el extremo.
Es decir, que de aquellos polvos estos lodos. Por eso ninguna fuerza política se ha atrevido hasta ahora a plantear reparación para las víctimas de Franco. Por eso el Partido Popular (conservador, y, realmente, post-franquista) se ha envanecido de gastar cero euros en el cumplimiento de la ley de memoria histórica que el Estado Español se vio obligado a aprobar cuando las gentes empezaron a abrir las cunetas para buscar a sus muertos sin ayuda de nadie y bajo el boicot de las administraciones públicas, para escándalo internacional. Por eso el PP y Cuidadanos (los jóvenes y brillantes hijos tecnócratas de los peperos de toda la vida, que ahora juegan al ultranacionalismo y el ultraliberalismo) se han abstenido en el Congreso, y han criticado en público, respecto a la exhumación del cadáver del dictador. Por eso el PSOE, que durante 40 años calló y animó a olvidar, ahora quiere hacer con el mausoleo un cementerio civil sin aristas políticas y no un lugar de memoria y de Verdad y Reparación. Por eso la Fundación Francisco Franco recibe subvenciones públicas para demandar a aquellos que insultan la memoria del que sepultó a tantos, que su memoria es simplemente imposible de ocultar pese a los 80 años transcurridos. ¿Se imaginan a la Fundación Adolf Hitler saliendo en la televisión alemana diciendo que los nazis hicieron muchas carreteras y que insultar a Hitler es delito? Quizás no estemos ya muy lejos de eso, pero exactamente eso es lo que tenemos que ver los españoles todos los días.
Democracia limitada, mutilación de la memoria, negación de un genocidio, ese es exactamente el legado de Franco. Un legado que atormenta a un país con una ley llamada Ley Mordaza, con un delito de ofensas a la Corona, con otro de ofensas al sentimiento religioso, donde se intenta extender el tipo penal de la rebelión a actividades no violentas, pero donde los herederos intelectuales del dictador genocida pueden defender abiertamente su figura, sus símbolos y su ideología. Que no se preocupen los alemanes: aquí nadie puede ser condenado por hacer públicamente el saludo nazi, que es el mismo que el franquista, ni por editar “Mi lucha”, que se vende en el Corte Inglés de Madrid.
Los españoles empezaremos a entendernos cuando partamos de un parámetro de igualdad: que todo el mundo sepa dónde, en que pedazo de tierra, queda la memoria de su dolor.
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