Apuntes para el debate propuesto por Econonuestra.


APUNTES PARA EL DEBATE PROPUESTO POR ECONONUESTRA.
 (El resto del debate se puede seguir en:

                Estimados compañeros y compañeras de Econonuestra:
Quería haceros llegar esta aportación al debate que habéis abierto sobre la crisis.
En primer lugar: estoy de acuerdo con todo lo que decís en vuestro texto.
(Lo digo claramente para que no haya dudas, malentendidos ni ambigüedades).
Pero…
(Ahora vienen las críticas, o más bien las propuestas de ampliación).

1.- La crisis (elevar el foco).
Vuestro análisis de la crisis es claramente solvente, pero a mi modo de ver, se queda en un plano demasiado inmediato, lo que va a provocar evidentes implicaciones respecto a las medidas a tomar en su seno.
No es posible entender la profundidad y la potencialidad caótica de la crisis actual  viéndola como un episodio disfuncional más de un sistema básicamente estable. No se trata de una nueva crisis cíclica de un modo de producción en una etapa de desarrollo cualquiera. La actual tormenta perfecta financiera y de la economía real hunde sus raíces en una dinámica temporal más amplia y en un contexto histórico civilizacional complejo.
Me explicaré: la emergencia de la crisis no puede explicarse por la simple codicia de los poderosos, y la financiarización reinante no tiene el carácter de una inexplicable excrecencia irracional en el marco de una economía que, sin ella, sería de nuevo funcional para generar un nuevo ciclo de acumulación. Es el producto de una deriva contingente de un capitalismo que también tiene una dimensión histórica.
Lo cierto es que, tras la crisis, en su profundidad, no puede más que apuntarse el despliegue de lo que Marx llamaba la “tendencia descendente de la tasa de ganancia”, desarrollada en el marco temporal concreto del capitalismo efectivo.  La sustitución de trabajo vivo (mano de obra) por trabajo muerto (trabajo solidificado en la forma de Capital), mediante los procesos de automatización implementados en el marco de los “Treinta Gloriosos” (y provocados, aunque esto pueda ser más polémico, por los exitosos procesos de luchas sociales contemporáneos) , elevó la productividad a extremos nunca vistos, pero también terminó por no ser capaz de generar al mismo ritmo la demanda solvente necesaria para realizar la plusvalía. Todo ello provoca, en algún momento entre el 68 y el 73, la emergencia de una evidente crisis de sobreproducción, expresada en una rebaja generalizada y sostenida de las tasas de rentabilidad en las actividades productivas.
La gigantesca burbuja financiera y la agresividad de los procesos de desposesión de los bienes comunes y de flexibilización del factor trabajo desplegados a partir de ese momento (al principio de manera más subrepticia, ahora de forma enloquecida), no puede entenderse como el producto de la pura malevolencia empresarial o de la irracionalidad absoluta de los actores económicos. Se trata de un intento desesperado por recuperar tasas de rentabilidad que ya no se daban en las actividades productivas, mediante la generación de burbujas especulativas y el abatimiento de los costes asociado al proceso de globalización. Por supuesto, es un intento que finalmente ha terminado, como no podía ser de otra manera, por mostrarse fallido y por generar más problemas de los que resolvió.
Pero todo este proceso no ha derivado en “otra crisis”, sino en el inicio de un proceso complejo de confluencia de crisis, taras y disfunciones que apuntan el pistoletazo de salida de una dinámica de descomposición histórica del propio sistema capitalista.
El sistema capitalista, como todo sistema (y como han apuntado autores como Wallerstein, Gunder Frank, Beinstein, o en nuestro país, Fernández Durán) tiene principio y tiene final, desde la perspectiva de la “larga duración”. Lo que se pretende alegar es que este final ha comenzado ya (independientemente de que pueda durar décadas) y que la actual crisis, por tanto, no es un episodio cíclico más, sino el inicio de un proceso de bifurcaciones cada vez más caóticas y aceleradas que sólo puede tener un final indeterminado e incierto. Un proceso que difícilmente puede detenerse con la simple puesta en marcha de medidas suavemente (o, incluso, fuertemente, aunque eso parece que ya no lo alega nadie) keynesianas. El inicio de un nuevo ciclo largo de acumulación keynesiana (de unos nuevos “Treinta Gloriosos”) a base de “devolver la racionalidad” al capitalismo y amputarle su “excrecencia financiera”, muestra visos de ser irrealizable. Y ello por tres órdenes de razones:
1.- La razón histórico-económica ya apuntada. El proceso histórico ha sido el que ha sido, y ello muestra claramente que el neoliberalismo no es más que la respuesta a un problema real de las clases dirigentes: la exacerbación de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el disímil ritmo de transformación de la sociedad coetánea para generar demanda solvente. Esta contradicción se hace insostenible en un momento determinado (el 68), en el que las luchas populares, animadas por la redistribución de las décadas anteriores, llegan a plantear una profundización  exponencial de la democracia como única solución a la contradicción antedicha.
El neoliberalismo, pues, sólo es “irracional” para los intereses de las mayorías sociales. Su “racionalidad” consiste en que permite a las clases dirigentes ganar tiempo (unas décadas), y debilitar y desorganizar las resistencias populares. Por supuesto, la recomposición de una dinámica keynesiana devolverá a un escenario de cruda expresión de la contradicción a medio plazo, y una vuelta al cruce de caminos del 68 en una situación degradada por las razones subsiguientes.
2.- Además el capitalismo ha llegado a otro de sus límites históricos concretos, marcado por su posibilidad de explotar el medio ambiente. La crisis ecológica parece una posibilidad cada vez más amenazante. El pico de la mayor parte de los combustibles fósiles que usamos como base energética de un sistema que está basado en el crecimiento continuo parece inminente si, en algunos casos, no ha llegado ya. Y, según se afirma, no van a estar disponibles a tiempo alternativas viables. Según los expertos, en unas pocas décadas la crisis energética se hará sentir con toda su crudeza. En ese contexto, el inicio de un nuevo ciclo de acumulación y crecimiento encontrará también límites evidentes.
3.- Además, las transformaciones operadas en los últimos treinta años son más profundas de lo que creemos. Probablemente, ya no existe un capitalismo productivo “bueno” y uno financiero “malo”. La mayor parte de las entidades transnacionales y de los principales oligopolios de los sectores económicos esenciales han entreverado profundamente ambos tipos de operaciones en sus  balances. Y la estrecha malla de normas y acuerdos internacionales construida entorno al neoliberalismo tiene  pocos espacios de huida, sino es desde una confrontación clara. Va a ser difícil encontrar “capitalistas buenos” que quieran ser “racionales” y renunciar a su festín financiero fuera, claro, de las PYMES empobrecidas pero alejadas de todo poder efectivo.
Lo que queremos decir es que el capitalismo está llegando a un punto decisivo en el que se amontona la irrupción de los problemas que ha ido solucionando momentáneamente en su desarrollo histórico. Cada solución parcial concreta le dio más vida (lo que permitió hablar de su imparable vitalidad), pero al tiempo le fue dejando taras específicas que ahora dificultan o imposibilitan nuevas soluciones parciales. La convergencia de la crisis económica actual, con la ecológica, la cultural, la pedagógica, etc, dibuja el escenario de un cambio de fase esencial.
Es decir, que estamos ante la figura de un capitalismo senil que enfrenta el inicio de su decadencia histórica (que no tiene por qué ser inmediata, pero que probablemente será imparable y, conociéndole, plena de violencia).Puede haber en el futuro momentos en que parezca revivir y dar atisbos de lucidez, pero la deriva general será hacia la crisis y la descomposición. Lo que dificulta o imposibilita, respecto al medio o largo plazo, utilizar la mecánica keynesiana como única política de salida de la crisis, como proponéis.
Pero, cuidado, decir que el capitalismo se acaba no quiere decir que va a ser necesariamente sustituido por algo mejor. La antropología está llena de ejemplos de involuciones sociales catastróficas. La visión evolutiva unilineal que afirmaba la inevitabilidad del socialismo como superación del capitalismo no parece confirmada por los datos empíricos. Siempre son posibles los retrocesos y las vías paralelas, los colapsos o la conformación de un ecofascismo tributario de nuevo cuño (¿sustentado inicialmente en la servidumbre por deudas?).
Así que a las inmediatas medidas keynesianas imprescindibles, habrá que sumar, si se quiere construir una economía viable a medio/largo plazo, otro tipo de apuestas que hagan afrontar la deriva a la senilidad del capitalismo con unas mínimas posibilidades de convertirla en la afanosa prehistoria un mundo vivible y más humano. Hablo de medidas que, junto a las que permiten “salvar los muebles” de inmediato (como las que vosotros apuntáis) permitan entrar en un proceso de transición efectivo a un nuevo modelo de sociedad post-capitalista. Y por ello voy al siguiente punto.

2.-LA TRANSICIÓN (Buscando algo mejor).
Hacer un mapa detallado de lo que quiero decir con ese proceso de transición, sería demasiado para mandároslo y que os lo leáis (J). Sólo quiero apuntar algunas cosas. En primer lugar, volver a dejar claro que las medidas que indicáis vosotros me parecen perfectamente racionales como inicio, como primeros pasos. Es decir, que no estoy en contra de ellas. Pero me parece que hay dos cosas que decir respecto a la posible puesta en marcha de un intento de salida de la crisis:
a)A nivel inmediato tenemos un problema. Precisamente el de la arquitectura institucional de la UE y sus implicaciones. Me parece ilusorio esperar que el BCE haga esto o aquello, sea lo que sea. Hará lo que le interese a la banca de los países centrales, y dar demasiadas vueltas entorno a ello, como si pudiéramos ordenarle algo, es (perdonadme la expresión) marear la perdiz. Lo que nos lleva el tema de la Unión Europea. Está claro que la solución ideal sería un cambio de política económica a nivel comunitario, como propone, por ejemplo, Syriza, pero lo cierto es que considero más realista la visión al respecto de Samir Amin: no parece posible un escenario de cambio conjunto, global y coordinado. Parece mucho más viable la emergencia de situaciones nacionales de cambio que impliquen la desconexión del sistema comunitario y que vayan acumulándose hasta generar un nuevo proyecto diferente. Al hilo de lo indicado anteriormente, la arquitectura de Derecho Internacional generada por el neoliberalismo (también el europeo) impone la necesaria independización de cualquier proyecto económico diferenciado y su desvinculación, al menos parcial, con los espacios de los mercados globalizados.
Todo ello nos lleva, también desde una perspectiva inmediata, al tema de la deuda, que no tocáis entre vuestras medidas: no basta con restructuraciones  (y menos a la griega, asociando los bonos  que siguen vivos a la legislación británica), es necesaria una moratoria inmediata del pago de los intereses, así como el inicio de un proceso de auditoría controlado y supervisado por los movimientos sociales. O si no, el repudio puro y duro (sean cuales sean las consecuencias). Ahora mismo, el servicio de los intereses es el segundo montante más grande de los presupuestos, y puede llegar a ser el primero. Pagarla es suicida y elimina toda posibilidad de poner marcha cualquier tipo de proyecto alternativo, además de una injusticia.
b)¿Proceso de transición? Es necesaria la implementación de medidas audaces que generen una dinámica social y progresiva de sustitución de los mecanismos capitalistas  de relación social por otro tipo de universo productivo.  Tanto desde el plano laboral y del emprendimiento, como desde la perspectiva de adaptación al medio natural o de generación de una nueva abundancia y densidad social.
Hablo, por ejemplo, de cambios en la Ley Concursal que favorezcan la recuperación autogestionaria de las empresas en crisis (como su desvinculación de las deudas de la empresa prexistente), del fomento de la economía cooperativa y social, de la promoción de la Banca ética y la obligatoriedad del balance social o el label sindical para las empresas, de la constitución de  mecanismos de cogestión en la gran unidad productiva y de control obrero o ciudadano de los servicios sociales públicos.
También hablo, por ejemplo, del fomento de la soberanía alimentaria y de la producción local, de las energías renovables y descentralizadas y de una infraestructura de transportes centrada en las necesidades sociales inmediatas y no en la generación de plusvalor por las redes transnacionales de la globalización.
Y, por supuesto, hablo, de la apertura y fomento de los ámbitos del conocimiento compartido (mediante mecanismos como el Copyleft o la utilización de software de código abierto), de la actividad relacional, de cuidados y afectiva, del florecimiento de las libertades civiles y políticas, como sustento democrático que impida una involución siempre posible a un universo neoliberal degradado.
Por supuesto, todo esto puede verse como una simple colección de buenos deseos, o como una ilusoria arrancada utópica. Como la lista de los Reyes Magos. Pero, precisamente, toda la primera parte de este escrito ha estado destinada a hacer notar que sin esa pulsión para generar y dibujar lo nuevo no habrá salida a la crisis a medio y largo plazo. La senilidad del capitalismo impone necesariamente la insostenibilidad en el tiempo de la vía keynesiana, o su radical limitación. Mientras tanto, las clases dirigentes implementan la agenda de su auténtica revolución social: el nuevo proceso de “acumulación primitiva” que dará lugar, si no lo impedimos, a un nuevo escenario económico sustentado sobre la explotación más salvaje y la violencia más brutal. Un escenario en el que gran parte de la población mundial estará de sobra.
En esas circunstancias la generación de una alternativa viable y compartida que traspase los límites del corto plazo y de un sistema en descomposición, es cada vez más imprescindible.
Espero haber aportado algo.
Recibid un fuerte abrazo.
José Luis Carretero Miramar.






Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Claro que ha aportado José Luis, y ojalá siga así, me sería de gran aportación, prosupuesto. La economía va como va: sin que los rigores del capitalismo y los economistas puedan afianzar una alternativa mediante un proceso justo sin alterar estabilidad del orden social; esta inevitablemente, manifiesta signo inalterable de un orden que requieren otra forma entendible, que ni mucho meno, se asemeje a la actual; si no que vaya de la mano de otros métodos, donde el control pase por ser posible la alternancia federal de sus gentes y sus pueblos, para deliberar el control racional de la producción y distribución en un orden armónico con el medio y su gentes. Y esto, quien lo puede ofrecer, es el comunismo libertario o aquellos que se identifiquen con ellos.

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