Siete tesis para un movimiento libertario en el centro de la tormenta.
SIETE
TESIS PARA UN MOVIMIENTO LIBERTARIO EN EL CENTRO DE LA TORMENTA.
Una
propuesta de acción y de investigación para el movimiento libertario en estos
convulsos inicios del siglo XXI ha de incorporar necesariamente un diagnóstico
breve de la situación. Un diagnóstico que se resume en una sola palabra:
crisis. Crisis de un sistema de dominación y de un modo de producir sustentado
sobre la explotación y la violencia. Crisis, también, de los paradigmas
clásicos que se le enfrentaban, que lo empujaban a limitarse y le hacían
vascular entre la represión y la reforma.
No
olvidemos ese segundo aspecto de la crisis. Los movimientos sociales (y más,
los de ámbito global) han mostrado en las últimas décadas las huellas de una
gran derrota, la de la primera oleada revolucionaria, que se extendió desde
1871 hasta 1989. Las cicatrices dejadas por esa batalla pueden observarse hasta
el día de hoy. Y, es más, los subproductos tóxicos generados por el intento de
metabolizar la resistencia por parte del sistema, al verse victorioso, casi
forman parte del ADN de aquello que ha sobrevivido y que, ahora sí, encara la
más que probable emergencia de un nuevo ciclo de luchas, francamente
esperanzador.
El
movimiento libertario no es una excepción. Estos años de derrota y marginalidad
le han cargado con múltiples lastres y han incorporado a su figura numerosos
rasgos oscuros que debemos despejar si queremos se constituya en una
herramienta sólida y útil en las manos de quienes quieren derrocar el actual
estado de las cosas.
Por
eso, y al hilo de ciertos debates actuales, voy a intentar desatar algunos
nudos que las dinámicas presentes tratan de apretar sobre nuestras prácticas y
propuestas. Aquí van algunas tesis para su discusión pública y fraterna, en la
búsqueda de una recomposición de la insurgencia libertaria que empieza ya a
anunciarse un poco por todas partes:
Primera
tesis:- El nuestro es un movimiento social. El movimiento libertario es un movimiento que trata de transformar la
realidad. Así de simple. Cambiar el mundo es modificar los usos y las
estructuras de conjunto que sustentan la
forma de vida dominante, es decir, el capitalismo.
Eso
quiere decir que la nuestra no es una búsqueda espiritual más (una suerte de
nuevo cristianismo a la caza y captura de ayunos y penitencias) sino una
tentativa revolucionaria. Y que, por extraño que resulte, nuestro modelo no es
el del santo o el de la comunidad moralmente pura, sino el del militante ligado
a los movimientos de masas y las grandes luchas sociales. Luchas, en todo caso,
revolucionarias, es decir, que intentan producir efectos abruptos de avance, y
no solamente una lenta evolución.
Además,
eso implica también que la ligazón con las grandes masas de la población, con
sus necesidades e intereses, es absolutamente irrenunciable. No vamos a
transformar nada solos, y el más profundo vanguardismo consiste en imponerles a
las multitudes que es lo que debería de importarles. Eso quiere decir que la
defensa de los intereses materiales inmediatos de quienes están sometidos y
explotados no puede ser abandonada y que, en el momento del Gran Saqueo y la
mayor ofensiva de la oligarquía financiera, hacer frente a las dinámicas
desposeedoras y generadoras de miseria de un poder ayuno de todo control, es
absolutamente imprescindible.
Segunda
tesis: además, el nuestro es un movimiento de la clase trabajadora. Siempre, de toda la vida, el movimiento
libertario se ha identificado expresamente con los intereses de la mayoría
social explotada: con el proletariado del campo y de la ciudad. Podemos
discutir como se constituye, hoy en día, dicha clase, cuáles son sus auténticas
líneas de fractura. Lo que no podemos, porque es radicalmente falso y porque
las décadas pasadas nos enseñan que no nos lleva en ninguna dirección, es negar
la realidad de la explotación laboral y de la extracción del plusvalor.
La clase obrera existe, aunque esté
precarizada y, quizás, más sometida que nunca. El espejismo de la existencia de
una omnipresente clase media es lo que está desmoronándose hoy en día. La
ilusoria tesis, muy relacionada con la extensión de consumismo, de que el
trabajo en el capitalismo es algo esporádico y no necesario para la
supervivencia. Nos han devuelto, forzosamente, a la pura realidad: la
“liberación del trabajo” pasa por su reapropiación y socialización, no por una
huida a la marginalidad que lo único que hace es reforzar las mismas cadenas
que pretenden someternos.
Por supuesto, esto nos lleva a
aventurar otra afirmación: podemos criticar los aspectos más involucionistas
del mundo del trabajo organizado, reírnos de su debilidad actual y de las
tentativas de poner en marcha una Huelga General del sindicalismo combativo;
podemos hacer toda la fraseología que nos de la gana sobre las “nuevas figuras
sociales” que, entretanto, somos
incapaces de organizar…sin el mundo del trabajo no hay Revolución Social
posible. Sin los trabajadores organizados el futurible proceso constituyente no
será más que la expresión de la ambición política de los restos radicalizados
de la clase media. Sin clase obrera no hay contenido social, sólo cambio
político (en el mejor de los casos, pues es también difícil que cambie nada sin
presión en la actividad productiva) aderezado, es posible, con algunas
asambleas cosméticas.
El futuro proceso constituyente sólo
tiene sentido, desde una perspectiva libertaria, si incorpora claramente el
componente social, y para eso hace falta la presión de la clase trabajadora
organizada. No basta con algunos elementos de democracia directa puramente
marginales en una Constitución futura, si al final nos vamos a quedar, igual
que ahora, con la reforma laboral, las ETTs y las contratas y subcontratas.
Tercera tesis.-El movimiento
libertario apuesta por la unidad. Nuestro movimiento, como dinámica real y de
clase, apuesta por la unidad de los sectores sometidos y explotados.
Conocedores de la realidad y de
la experiencia de las luchas pretéritas, sabemos que sólo la unidad del
conjunto de los sectores de la población sometidos al mando oligárquico de la
élite financiera transnacional, puede constituir un bloque lo suficientemente
extenso y fuerte para empujar los cambios en la dirección de una
democratización (tanto política como económica) del mundo.
Esa Gran Alianza Social para
cambiar sería la expresión, sino del 99 %, sí de la gran mayoría de la
población global. Nuestro objetivo es incorporar a esta lucha los elementos
suficientes de profundización asamblearia y socializante para convertirla en el
inicio de un gran proceso de transición a otro modelo global radicalmente diferente.
Hacer caminar las transformaciones que ponga en marcha ese gran bloque
histórico hacia la autogestión productiva y la democracia directa, superando
los titubeos y dudas de otros sectores y fracciones de clase que pretenderán
detenerse a mitad de camino, lo que sólo puede llevar a una involución.
Pero, para construir esa Gran
Alianza Social, es evidente que tenemos que renunciar a todo dogmatismo y todo
sectarismo, a la pasión por desacreditar y juzgar sumariamente a los demás.
Hábitos profundamente arraigados en nuestros medios.
Partiendo de que la crítica
fraterna y constructiva es, no sólo necesaria, sino profundamente saludable,
hemos de incorporar, también, al ADN de nuestro movimiento el hábito de la
cooperación y la alianza, de la complicidad y el contagio con todos los que
luchan. Para escuchar, de una vez por todas, y no sólo soltar filípicas, a esas
gentes de las calles y los centros de trabajo de las que tanto hablamos.
Cuarta tesis: ¿organización? Sí,
y sólo sí. El enemigo está organizado. Otros sectores, que quieren llevarse el
agua de las luchas sociales a su molino autoritario, están organizados.
Renunciar a la organización sería suicida e irresponsable, a no ser que sólo
queramos ser eternamente los simpáticos muñidores de conceptos que luego los
demás manipulan a su gusto para convertirlos en las herramientas de su poder.
Además, la organización no es
nada inherentemente malo ni alienante. Tenemos los elementos (el asambleísmo,
el federalismo…) para construir estructuras con sentido y legitimidad
democrática. Y podemos hacerlo en cada ámbito social (lo laboral, lo ciudadano,
lo ideológico…). No toda organización es, necesariamente, vanguardista (en el
mal sentido de la palabra). Sí que lo es lo que parte del feminismo llamó la
“tiranía de la falta de estructuras”, donde todas las decisiones se toman, en
los pasillos y los bares, por una minoría de tipos que se conocen y que no
tienen que rendir cuentas ante nadie. Y en la asamblea se encuentra todo hecho,
no por el partido este o aquel (al fin y al cabo eso sería identificable) sino
por una “red fluida” de tipos que son siempre los mismos y que no dejan que
nadie más participe, pero eso sí, con mucha fraseología comunitaria. Algunos tenemos suficiente experiencia
con los entornos difusos e informales para saber de lo que hablamos. Hay
“organizaciones” democráticas y “redes” profundamente centralistas, y
viceversa. Pero la organización (democrática, seguimos diciendo) permite hacer
cosas cada vez más complejas y a mayor escala y, además, es el único salvavidas
ante los momentos de reflujo, las tarascadas represivas, las infiltraciones y
las derivas caóticas.
Quinta tesis: ¿hibridación? Por
supuesto, pero a ver como. Aquí me pronuncio un poco sobre las afirmaciones, en
un artículo reciente, del compañero de la CGT Antonio J. Carretero.
Debemos intervenir, he dicho
claramente en otros lugares. Y hacerlo mucho más allá del mundo laboral, no me
queda la menor duda. Debemos estar en los movimientos sociales, en el
ecologismo, en los CSA, en las grandes
corrientes culturales, musicales, poéticas… en todas partes. Formamos parte de
un mundo en ebullición, y sólo vamos a vivir esta vida. El vitalismo y la
pasión deben empujarnos a hacer todo lo que podamos, a desarrollar todas
nuestras capacidades y a inmiscuirnos en todas las luchas. Es, además, algo
necesario desde el punto de vista estratégico y táctico.
Lo que no me queda tan claro es
que eso tenga que hacerlo necesariamente el sindicato, independientemente de
sus fuerzas o de la cantidad de energías que pueda canalizar en esa dirección.
Si sobran capacidades, ¿por qué no?, pero también puede bloquear otros trabajos
necesarios. Creo que lo que late, en el
fondo, tras dicha propuesta del “sindicato integral” es la radical ausencia de
una organización específica unitaria y amplia que pueda adoptar una perspectiva
holística desde una posición declaradamente libertaria. Específicas existen, pero sus tendencias de
“síntesis” y su ligazón exclusiva con una u otra organización sindical han
imposibilitado que puedan cumplir esta función. Así que vamos a las
“Plataformas” comunes de temas diversos y, en ocasiones (no siempre, porque hay
mucha “plataforma” muy asamblearia y sana) acabamos con el complejo de estar
trabajando para otros. Queremos solucionarlo con un “sindicato integral” que
ocupe el lugar de la específica unitaria que no existe, pero claro, un
sindicato tiene otras necesidades y otras urgencias. Ha llegado ya el momento
de plantearse la construcción de una organización específica libertaria, que desde
planteamientos unitarios y no dogmáticos favorezca la extensión de la
influencia social de nuestras perspectivas en el conjunto de los movimientos
populares, so pena de seguir primando la fractura y tendencias cada vez más
cainitas en nuestros ámbitos.
Sexta tesis: construir y
defender.
Hay que estar en los movimientos sociales que
enfrentan la gran ofensiva de los poderes financieros. Hay que defender el
salario social diferido en la forma de educación pública y gratuita o de
sanidad de acceso universal. Hay que enfrentar las reformas laborales y de
pensiones. Hay que evitar que las gentes de carne y hueso queden en la
indigencia y la miseria.
También hay que construir
alternativas vivenciales y viables a la forma en que está estructurado el
mundo. Extender una red autogestionaria amplia y diversificada y experimentar con formas de socialización y
control obrero y ciudadano de los servicios públicos.
Hay que hacer las dos cosas al
mismo tiempo, por difícil que resulte. No son antitéticas ni contradictorias.
Defender el frente es imprescindible para que en la retaguardia se pueda
experimentar nada. Convertir la retaguardia en un laboratorio para las nuevas
formas de vida sin autoridad ni explotación es imprescindible para que tenga
sentido enfrentar los peligros del
frente. Es la otra vía de presión de la clase trabajadora: la
organización obrera en reivindicación constante y los experimentos de
construcción de la nueva sociedad, tensionando la estructura productiva. La
confluencia de ambos ámbitos construye la posibilidad de la emergencia de una
realidad transformada y, al tiempo, en conflicto con el viejo mundo. Ese es el
comunismo (libertario, por supuesto) como movimiento real que abole el actual
estado de las cosas. Conflicto y construcción. Confrontación y creatividad
social. Nuestra “destrucción creativa”.
Séptima tesis: Audacia, más
audacia.
El mundo está en efervescencia.
En épocas de crisis lo viejo aún no ha muerto del todo pero ya es demasiado
débil para irradiar su poder sobre el todo social, lo nuevo aún no ha nacido,
pero ya apunta su naturaleza volcánica tras los bastidores. Es el momento en el
que los movimientos sociales, que en otro tiempo no hubieran tenido ninguna
opción de dejar su huella en el conjunto social, pueden producir bifurcaciones
decisivas en sistemas sometidos a una tempestad caótica de flujos y presiones.
Es el momento de empujar. Un momento tremendamente peligroso, por supuesto,
pero preñado de todas las posibilidades.
Un movimiento libertario que pugne por
constituirse en una herramienta útil en manos de los explotados y oprimidos, en
un instrumento de liberación y transformación de la realidad, no puede
mantenerse al margen de los grandes movimientos de las placas tectónicas de
nuestro mundo. La sociedad se va a transformar radicalmente en los próximos
decenios. En nuestras manos está intentar influir en la dirección de dichas
transformaciones. Nadie ha dicho que fuera fácil. Pero la pasión y la audacia
son imprescindibles.
Estas son nuestras tesis.
Necesitamos someterlas al tribunal de la crítica fraterna y a la prueba
exigente de la praxis.
Necesitamos encontrarnos.
José Luis Carretero Miramar.
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