¿Alumnos o mano de obra barata?
Publicado en el periódico Diagonal (http://www.diagonalperiodico.net/panorama/alumnos-o-mano-obra-barata.html).
Las reiteradas modificaciones llevadas a cabo últimamente de
la regulación del contrato laboral de Formación y Aprendizaje (uno de los
contratos temporales formativos), junto al inicio de la implementación de la
llamada Formación Profesional Dual en el sistema educativo y a la extensión de
diversos mecanismos de trabajo becario, incluso en sectores donde no era usual
el recurso a dicha figura formalmente ajena a la legislación laboral,
configuran el escenario de una ofensiva novedosa, pero profunda, contra las
condiciones de trabajo de la juventud.
Expliquémonos:
el recurso, cada vez más generalizado, a los mecanismos de utilización de la
mano de obra situada en las llamadas “zonas grises” del ámbito laboral (los
espacios de escasa regulación existentes en el marco de las lagunas entre el
Derecho del Trabajo y otros órdenes normativos conexos) ha venido desplegándose
paralelamente a los procesos de descentralización productiva y de flexibilización del ordenamiento social.
La irrupción de los denominados “falsos autónomos” (trabajadores que
formalmente lo son por cuenta propia, pero que realmente dependen en todo de
una cadena de valor manejada desde el exterior) y su cuasi legalización
mediante la figura del “trabajador autónomo económicamente dependiente”, así
como la explosión del recurso al trabajo migrante o a la configuración de la
relación laboral como una “experiencia formativa” (y, por tanto, ajena a los
derechos regulados en el Estatuto de los Trabajadores) vía becas, han marcado
la evolución normativa de los últimos tiempos.
Es en
ese marco que se produce el despliegue de una estrategia de abordaje del empleo
juvenil integrada por diversos elementos: la configuración de figuras de becas
ajenas a su espacio habitual (el marco de la universidad y los centros de
investigación superior), el desarrollo del llamado “Catálogo Nacional de
Cualificaciones Profesionales “ y las vías de obtención de los “certificados de
profesionalidad” asociados, la configuración de la FP Dual y las modificaciones
recurrentes del contrato de Formación y Aprendizaje.
El hilo
conductor de este desarrollo normativo es abrir la posibilidad de obtener
empleo joven sin necesidad de remunerarlo conforme a los estándares vigentes en
su ámbito profesional y, en algunos casos, sin necesidad de cotizaciones a la
Seguridad Social. Dicho empleo se produce en ámbitos poco o fragmentariamente
regulados que dificultan el control de las condiciones laborales y en el marco
de una articulación poco clara con dinámicas de formación.
Concretamente,
si nos detenemos en lo poco que ha sido
ya regulado respecto de la Formación Profesional Dual (una exigencia asociada
al rescate financiero del verano pasado), lo cierto es que la normativa deja
gran cantidad de cosas en la indeterminación más absoluta. De momento, las
empresas podrán impartir el módulo de Formación en Centro de Trabajo (las
llamadas “prácticas”), que se amplía hasta una duración de al menos el 33 % del
ciclo formativo, sin que aún se indique claramente cuál va a ser la relación
del alumno con las mismas (¿una beca?, ¿un contrato laboral para la formación?)
y, por tanto, cuál va ser la regulación, laboral o no, de su actividad.
Asimismo, las empresas podrán impartir más módulos, además del de prácticas, en
función del concreto convenio que firmen con el centro educativo, lo que, unido
a la posible disminución del número de horas en las aulas por la ampliación de
la FCT, podría implicar una enorme pérdida de empleo docente. Lo cierto es que,
de momento, casi todo queda al albur de esos hipotéticos convenios entre centro
educativo y empresas que marcan una profundización del proceso de privatización
de la enseñanza.
Se
trata, en todo caso, de obtener empleo joven y extremadamente barato, lo que
también contribuirá a disminuir los rangos salariales en las profesiones
afectadas (ya es un rumor insistente que algunas grandes empresas planean
sustituir sus categorías menos especializadas con remesas anuales de trabajadores de este tipo)
y a conseguir una hipotética disminución ficticia de la tasa de desempleo. La
versión hispánica de los “minijobs” alemanes, en el marco, sin embargo, de una
sociedad con recortes generalizados en
las prestaciones públicas del llamado Estado del Bienestar.
Lo que
también es un rumor insistente es que las primeras tentativas de implantación
de estas dinámicas no están siendo todo lo exitosas que se esperaba. Las
pequeñas empresas nacionales no parecen entusiasmadas con tener que pagar nada
por el trabajo en prácticas (por poco que sea). La FP dual, así, parece
diseñada específicamente para la gran empresa, y sólo podrá implantarse de
manera efectiva si viene asociada a facilidades financieras (en términos de
bonificaciones a la Seguridad Social, incentivos o subvenciones) pagadas
directamente por los contribuyentes. Un nuevo marco de medidas, pues,
encaminadas a la promoción de los intereses privados en detrimento de las
condiciones vida de la clase trabajadora.
José Luis Carretero Miramar.
Comentarios