Iguales o complementarias.
IGUALES O COMPLEMENTARIAS.
A día
de hoy, en Túnez, los sectores progresistas, y muy especialmente el movimiento
feminista, se manifiestan contra la propuesta de redacción del artículo 28 de
la nueva Constitución, una norma legal que coloca a las mujeres “bajo el
principio de complementariedad de funciones con el hombre dentro de la familia”.
La noción básica de la igualdad entre los sexos se va a ver sustituida por una
estrecha “complementariedad”, defendida por los islamistas, que devuelve a las
féminas a su lugar tradicional (la familia) y a sus funciones históricas de
género.
No es
un caso aislado dentro de la dinámica general de las llamadas revoluciones
árabes. Lo que nos plantea la esencia radicalmente contradictoria e inestable
de los grandes procesos de cambio social. La condición dinámica y ambivalente de las revoluciones
que, si no avanzan, retroceden; si no se profundizan, degeneran en justo lo
contrario de lo que querían los sectores que las desataron. La tensión social que
una revolución comporta nunca está del todo resuelta, y las direcciones que
inaugura para la sociedad están siempre en cuestión y conflicto entre las
fuerzas concernidas.
Pero no
debemos creernos que nosotros somos occidentales, y no nos pasan esas cosas. En
el campo de los movimientos sociales peninsulares se han insertado también,
provenientes o concomitantes con cierto mundo esotérico, discursos espesos y neoconservadores que
pretenden retomar conceptos felizmente pretéritos y superados como el de la “complementariedad”
entre hombres y mujeres o el de que existe algo sospechoso o siniestro tras la
libre expresión de los múltiples deseos sexuales.
No nos
engañemos. Como podría extraerse de la lectura de “Calibán y la bruja” de
Silvia Federici, los tiempos de grandes crisis son terreno abonado para un
conservadurismo social revisitado. Disciplinar a las mujeres, imponer la
homogeneidad forzosa de las formas de vida, puede servir para hacer tragar
mejor la dura medicina de los ajustes y la pérdida de los bienes comunes y los
servicios públicos. Si se garantiza a algunos un espacio donde mandar sin
oposición, donde reproducir a pequeña escala el edificio jerárquico externo,
pero con ellos como cúspide, estarán más dispuestos a resignarse a la pérdida
acelerada de sus condiciones de vida y de trabajo, en el gran proceso de
redistribución de la riqueza, para acumularla en pocas manos, que estamos
viviendo.
Disciplinar.
A todos los niveles. Recomponer la cadena de mando. Generar una jerarquía
explícita y una división de funciones que permita operar el Gran Cambio que se
avecina en la dirección que los poderosos anhelan.
No
puede ser esa nuestra propuesta. Quienes apostamos por la profundización
asamblearia de la democracia política y por la construcción autogestionaria de
una auténtica democracia económica, no podemos dejar de reclamar, también, una
radical democracia vital en todo lo que respecta a los comportamientos
cotidianos: las relaciones entre los géneros, las apetencias del deseo, las
formas de vestir o de alimentarse…La igualdad y la libertad deben fundamentar
las relaciones entre los individuos en una sociedad que pretende luchar por
liberarse de las cadenas que la atan al mundo de la explotación y la miseria en
los afectos.
Se
trata del legado del 68, un legado al que no podemos renunciar: cada cual ha de
poder elegir su personal e irrepetible arte de vivir, y ha de ser libre para
federarse o no, con los demás, en el marco de una vibración colectiva, de un
amor o de un rechazo.
La
esencia del relato es el respeto. Y el respeto implica la asunción de la
diferencia, que sólo deviene complementariedad, si a las partes implicadas,
libres e iguales, les da la real gana. La coherente asunción de la porción de
autonomía individual que a todos nos pertenece implica no preguntarse demasiado
por los motivos del “sí” o el “no”, de la cooperación o de la indiferencia.
Porque
sólo desde la base de la igualdad y la libertad es posible la construcción de
un ámbito colectivo vivible para todos, ya que, en puridad, no somos “complementarios”
(y menos según las líneas de construcción de dicha complementariedad por la
tradición patriarcal), sino radicalmente libres para elegir como queremos ser.
José
Luis Carretero.
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me gusta el texto.
un abrazo.