Socialización y espíritu emprendedor
(Publicado en el blog "Economía para todos", en la página web del periódico Diagonal).
Hace
poco, intentando documentarme para un hipotético libro futuro, cayó en mis
manos un ejemplar de “Cómo está Europa”, un libro de 1921 del abogado
cenetista, y diputado republicano federal Eduardo Barriobero. En este texto, el
hombre que dirigió el tribunal revolucionario de Barcelona durante la Guerra
Civil y que contaba con la plena confianza de los sindicatos, dado que llevaba
en esos momentos cientos de casos de obreros represaliados ante los juzgados,
narra un largo viaje que realizó por Francia, Alemania, Checoslovaquia,
Austria, Yugoslavia e Italia, nada más terminar la Primera Guerra Mundial, para
asistir a un Congreso Internacional de Libre Pensadores en Praga.
Se lo
cuento porque hubo algo en este libro que me llamó extremadamente la atención.
Era el siguiente párrafo, que Barriobero atribuye a un discurso de Masaryk,
entonces presidente de Checoslovaquia, al Parlamento de dicho país
centroeuropeo:
“Además, la socialización no es
posible si las masas de los trabajadores no tratan de comprender todo el
proceso de la producción y de la distribución. No es suficiente obligar a la
llamada burguesía a la socialización por la dictadura; la violencia no es nunca
beneficiosa, y esto se refiere, no sólo a la violencia política, sino también a
la económica y social. La socialización no es una cuestión de participación de
los obreros en la administración de los asuntos industriales. La dirección de
cualquier empresa que ya esté funcionando, no es la tarea más difícil; pero en
una reforma social y económica de carácter tan amplio, no es sólo un problema
la participación en la dirección o el encargarse de empresas activas; el
problema es de crear, de iniciar empresas nuevas, o, por lo menos, de completar
y de transformar efectivamente todas las empresas en la práctica, o en
totalidad, pues la producción necesita
del espíritu emprendedor que es tanto más necesario cuanto más empobrecidos
están los Estados europeos por la guerra. Cuando hablo del espíritu
emprendedor, no me refiero a la especulación y sus exageraciones, que se
manifiestan tan frecuentemente perniciosas en estos tiempos anormales; hablo del espíritu emprendedor que crea,
inventa y utiliza ingeniosamente las condiciones dadas y cuyo resultado es la
invención de riquezas nuevas. No es el problema –por decirlo así- del
socialismo de la distribución, sino del socialismo de la producción.”
Entonces Checoslovaquia era un joven
país, recién independizado, tras la Primera Guerra Mundial, del Imperio
Austro-Húngaro, y con claras tendencias progresistas y socializantes. Una
especie de laboratorio previo de muchas cosas que luego desarrollaría la
socialdemocracia y el movimiento obrero en otros sitios, sobre el que
Barriobero se deshace en elogios.
Pero lo que me a mí llama
poderosamente la atención es eso del “espíritu emprendedor” como virtud
necesaria para la socialización. Hemos de tener presente que la izquierda
proletaria del período entendía el proyecto de socialización como un proyecto
enteramente civilizatorio, que iba a dar cabida , no sólo a una transformación
social a una escala macro, sino también a la conformación de un “hombre nuevo”.
La diferencia que Masaryk hace entre
“socialismo de la distribución” y “socialismo de la producción”, se reproduce
también, cierto modo, en los modelos éticos diferenciados que recomienda
Kropotkin en las conclusiones de su libro “La moral anarquista”:
“si no te sientes con ánimo, si
tus fuerzas se limitan a ser las necesarias para conservar una vida grisácea,
monótona, sin fuertes emociones, sin grandes goces y también sin grandes
sufrimientos, no te separes de los sencillos principios de la equidad
igualitaria. En las relaciones igualitarias encontrarás lo que necesitas, la
mayor suma de felicidad posible dadas tus escasas fuerzas; pero si sientes en
ti el vigor de la juventud, si quieres vivir, si quieres gozar la vida entera,
plena, desbordante –es decir, conocer el mayor goce que un ser viviente puede
desear- , se fuerte, se grande, se
enérgico en todo lo que hagas.”
Así, el modelo humano del
militante revolucionario de período, del adalid del “socialismo de la
producción”, es una persona “enérgica, grande, fuerte” que “siembra la vida a
su alrededor”. Un ser humano pletórico de actividad, dispuesto a
auto-motivarse, a asumir riesgos, a crear y co-crear. Se trata de un movimiento
en el que, como decían originariamente los wobblies, ese movimiento sindical
revolucionario de los Estados Unidos en el que militaron gente como Emma
Goldman o Joe Hill, y ahora repiten todos los libros de “auto-ayuda”
empresarial (ese es el signo de los tiempos) “la función de un líder no es
conseguir seguidores, sino crear más líderes”.
Lo realmente sangrante de todo
esto es como han cambiado las tornas, al hilo del despliegue del posmodernismo
como referencia de fondo de lo que se considera como “izquierda
transformadora”. Donde antes había curiosidad intelectual, gusto por la actividad,
un “espíritu emprendedor”, en el mejor sentido de la palabra, que llevaba a la puesta
en marcha de un sinfín de proyectos, “fortaleza y generosidad”, como en la
divisa de la Ética de Spinoza (que José Ingenieros, ese genial argentino que
pasó por el marxismo y el anarquismo, convertirá en “fortaleza y luz, como
cristal de roca”); ahora hay conformismo sectario, moralina paralizadora, o
apología de las “virtudes” de la pasividad y la debilidad. Biopoder en estado
puro que marca una normativización absoluta de los cuerpos y las mentes, en la
preocupación asfixiante por no salirse de lo ordenado por el “ghetto” cultural en
el que se ha convertido la escena política radical.
Parece mentira que, hoy en día,
haya mejores reflexiones sobre la necesidad de la transgresión para el avance
social, o sobre lo necesario para desplegar movimientos innovadores en la
literatura empresarial, tipo Seth Godin, pese a todo lo discutible que pueda
ser, que en la mayor parte de los escritos grises y deprimentes que produce el
mundillo supuestamente transformador. Como decíamos, es el signo de unos
tiempos que, lejos de haber desarrollado ya un nuevo tipo de socialismo que
tenga en cuenta la reproducción y las necesidades de la vida junto a la
producción, se ha hundido en la ilusoria ensoñación de un “socialismo de la
distribución” que venga regalado, y nos permita seguir con el consumo o, al menos,
vegetar en la semi-marginalidad con subsidios, ya que somos Primer Mundo, al
tiempo que insultamos al Estado desde la pureza de no hacer nada real.
Así pues, permítaseme revindicar
algo tan herético (en ciertos ambientes) como el “espíritu emprendedor”, es
decir, el gusto por la actividad, por la creación, por la iniciativa y por la
autonomía. Las bases de un pueblo fuerte, hecho de hombres y mujeres capaces de
compartir el goce de desarrollar todas sus potencialidades, hasta donde
alcancen sus energías.
Y es que queremos algo más que la
igualdad, queremos una vida que merezca la pena ser vivida: aquello de “Pan y
rosas” que decían las obreras wobblies en huelga, o desarrollar nuestro proyecto vital sea cual
sea el resultado para hacer nuestra existencia desde la libertad, como diría
Sartre.
Dejemos hablar a Kropotkin que,
por si alguien no lo sabe, es uno de los personajes reales que Abraham Maslow
tomó como referente del “ser humano de alto desempeño” que estudió con
detenimiento para desarrollar sus
teorías de la motivación que inundan los manuales empresariales:
“Sé fuerte: desborda de energía
pasional e intelectual, y verterás sobre los otros tu inteligencia, tu amor, tu
actividad.
He ahí a lo que se reduce toda la
enseñanza moral, despojada de las hipocresías del ascetismo oriental.”
José Luis Carretero Miramar.
Comentarios
En mi modesta opinion, empiezo a pensar que el sectarismo tan estereotipico de la izquierda que mencionas proviene de un sentimiento profundo/subconsciente de no querer realmente cambiar nada. Me refiero a cambios profundos y verdaderos, radicales en el sentido autentico de la palabra.
Al fin y al cabo vivimos en la verdadera opulencia (unos mas que otros) si se nos compara con el resto del mundo y con épocas pasadas, y eso el subconsciente lo sabe y por ello se aferra con fuerza al status quo..