Aquí y ahora

Narra Eric Hobs­bawm en su apasionante obra La era de la revolución los ava­tares de nuestro mundo tras el telúrico suceso de 1789: todo iba a ser transformado en una vorágine alimentada por múltiples cambios paralelos en lo económico, lo político… Una brillante reconsideración histórica que ha de servirnos para, también, alumbrar nuestra visión de un mundo, el actual, cuya historia social se acelera vertigi­nosa­mente. La crisis del ­régimen español del 78, retroalimentada por la crisis general del modo específicamente ­neo­liberal de gestión del capitalismo, así como de las supervivencias keynesianas, inaugura dinámicas inéditas.
Es en este marco que el régimen en el que vivimos trata de recomponerse en base a la re­petición de lo semejante --“ne­cesitamos un PSOE fuerte, capaz de cumplir su papel consensual”, nos ha dicho Luis María Anson--, sobre la emergencia de novedosas formas de gestión científica de la acción penal, liberada de sus tradicionales ataduras liberales, y en base a la constitución de nuevas ligaduras económicas centradas en las dinámicas de la deuda y la flexibilidad laboral.
La crisis del ­régimen español del 78, retroalimentada por la crisis general del modo específicamente ­neo­liberal de gestión del capitalismo, así como de las supervivencias keynesianas, inaugura dinámicas inéditas
Las resistencias, a escala mediterránea y global, no han tardado en hacerse sentir, aún cargadas de contradicciones. Pero como nos demuestran los sucesos de las “primaveras árabes”, los límites de la protesta aparecen en cuanto se pone de manifiesto la ausencia de un proyecto coherente y de una densidad organizativa y discursiva a la altura de la situación, por parte de las multitudes. Así, en el Esta­do español hemos llegado a un punto abrasivo, en el que el desplazamiento de la discusión al puro terreno institucional --con el consiguiente embellecimiento de las “únicas opciones disponibles”, esto es, el pacto de las fuerzas de izquierda con el social ­liberalismo expreso o embozado-- y a dinámicas de entrega de todo lo que se mueve a la maquinaria de sindicatos y partidos con evidentes ligazones con el régimen salido de la Transición amenazan con provocar un impasse duradero en el proceso de constitución del contrapoder social.
 
Movimientos sin densidad producen periódicamente la falsa apariencia de avances espectaculares, que se ve abandonada al poco tiempo por la vuelta de la ‘política seria’ conformada por el retorno de lo consensual, con un barniz ‘actualizado’. El 15M y el ciclo de luchas que inició ha sido bastante más que eso, pero, de momento, no encuentra la manera de generar una textura social capaz de construir un poder popular paralelo, con un armazón discursivo coherente y compartido, y con formas organizativas abiertas, pero efectivas.
 
El momentáneo retorno de  ‘propuestas fallidas’ como la subsunción de los movimientos a los ritmos y las formas del sindicalismo institucional, o a la política como forma de circulación de las élites, nos pone a las claras ante la dimensión de las tareas. Un movimiento transformador serio sólo puede construirse sobre la elevación de la conciencia política de las multitudes, y sobre su organización y participación crecientes. Hasta los hipotéticos planes electorales que todo lo fían a la magia de los “hombres incorruptibles” sólo podrán ser algo ‘encabalgándose’ sobre un movimiento popular fuerte, amplio y dinámico.
 
Fiar la existencia de ese movimiento a las estructuras sindicales mayoritarias o a los comunicadores televisivos no llevará muy lejos. El trabajo central, la conformación desde la base de una alternativa social efectiva, plural y amplia, aunque ya iniciado, sigue estando por hacer.

José Luis Carretero (en el periódico Diagonal, nº 209)


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