Acusar a Rosa Parks de racista.
ACUSAR
A ROSA PARKS DE RACISTA.
Publicado en la versión impresa del periódico Diagonal (www.diagonalperiodico.net)
Hay
cosas que son mutuamente incompatibles. No puede uno hacerlas al mismo tiempo.
Por ejemplo: decir que las huelgas no sirven para nada y acusarlas de todos los
males sufridos por la ciudadanía a lo largo del año 2012.
Algo
así es lo que hacen las supuestas estadísticas de la Comunidad de Madrid. Un
informe de la misma, nunca encontrado (es decir, que se ha negado a enviar a
este periódico) afirma que por el efecto conjunto de huelgas y manifestaciones
(y se hace especial mención al paro de los trabajadores del Metro madrileño) se
han perdido en la Comunidad 23.000 puestos de trabajo. Sin ellas, se nos
cuenta, el PIB de la región habría mejorado entre 4 y 9 décimas.
Pongamos
por caso que los trabajadores no durmieran. Pongamos por caso que no hubiera
que respetar su derecho fundamental a la vida o a la libre sindicación, o a la
tutela judicial efectiva (¡uff!, creo que últimamente estamos poniendo el caso).
Pongamos por caso que no existieran todos esos anticuados e incómodos derechos.
Y hagamos un informe. Eso sí, un informe invisible, imposible de someter a
contradicción, secreto en cuanto a su metodología y autoría, pero muy
publicitado en cuanto a sus muy oportunas conclusiones.
Estoy
seguro de que en ese hipotético caso el
PIB madrileño crecería acusadamente. , Aunque, a lo mejor, el problema no es
tanto si crece sino quien se lo apropia y que hace con él.
Estamos
hablando un derecho fundamental constitucionalmente reconocido. La principal
herramienta que la clase trabajadora ha utilizado históricamente para oponerse
a su sometimiento. Acusar del paro a la huelga es como acusar a Rosa Parks de
que el racismo siga existiendo en Estados Unidos.
Porque,
en todo caso, si vamos a hacer las cuentas, deberíamos anotar también los miles
de puestos de trabajo que se han obtenido en las últimas décadas como condición
impuesta por los trabajadores para
finalizar una huelga (una pista: en el Metro de Madrid ha ocurrido varias
veces); o podríamos ponernos a imaginar que pasaría si elimináramos las
restricciones a la duración de la jornada laboral conquistadas por décadas,
sino siglos, de huelgas y manifestaciones, ¿cuántos empleos se perderían al
hacer esa simple operación? Por no hablar de los salarios… ¿cuánto pequeño
empresario quebraría si la demanda agregada de este país cayera bajo los
límites que nos quiere imponer la oligarquía transnacional que de facto nos
gobierna?
Repensemos
las cosas: los derechos son el producto de las luchas sociales, la
solidificación normativa de enfrentamientos reales y concretos, la proclamación
de un status quo más o menos precario
por parte de un poder que quiere legitimarse a costa de ceder lo
imprescindible.
Pero lo
que determina “lo imprescindible” a estos efectos, es el efectivo ejercicio de
la presión ciudadana. Si la clase trabajadora quiere derechos, tiene que
luchar. Si la ciudadanía quiere garantías democráticas, tiene que defenderlas.
Y la manera más clara y simple de derrotar a ambas en esa lucha es eliminar
toda posibilidad de disidencia.
La
disidencia en las calles se llama manifestación. La disidencia en el aparato
productivo se llama huelga. Estamos buscando más maneras, pero estas son
irrenunciables.
Además,
seamos claros: la insistencia en este intento coordinado (nadie pensará que la
publicitación de este “informe” es un
hecho aislado) de demoler el núcleo esencial de las libertades cívicas nos
ilumina respecto a la profundidad de la apuesta actual de las clases
dirigentes. Lo quieren todo, y lo quieren ahora.
Buscan,
por supuesto, la quiebra del Estado del Bienestar implantado como resultado del
Pacto Social fordista, pero también, y hay que tenerlo presente, el arrumbamiento de
la totalidad de la arquitectura jurídica que da apariencia de civilidad y
democracia a nuestro mundo político.
Se han
embarcado en un radical proceso constituyente hacia una sociedad sin huelgas,
sin manifestaciones, sin disidencias, sin derechos ni esperanzas para los más.
La
respuesta que nos incumbe es evidente: defender, ejercitar, extender la huelga,
la manifestación, la protesta cívica, es apostar por el núcleo mismo de ese
otro proyecto de civilización que también está ahora mismo iniciando su propio
proceso constituyente, y que se sustenta en los valores de la libertad, la
igualdad y la ternura activa.
José Luis Carretero Miramar.
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