Despertemos al monstruo dormido
DESPERTEMOS
AL MONSTRUO DORMIDO.(Artículo publicado en el número 72 del periódico Contramarcha, de la Sección Sindical de Metro de Madrid de Solidaridad Obrera).
A día
de hoy (principios de agosto) no sabemos aún quién ha ganado las elecciones y
formará gobierno. Lo que sí parece
evidente es que el llamado “ciclo electoral” de asalto al “cielo” poco
paradisíaco, por lo que nos empiezan a decir nuestros supuestos representantes,
de las instituciones, está llegando a su
fin.
En ese
proceso de asalto a lo institucional burgués se han centrado gran parte de las energías del activismo y la militancia
social de nuestro país en los últimos dos años. Los resultados son,
ciertamente, muy limitados: se han obtenido algunos ayuntamientos, aunque sólo
con el apoyo expreso o tácito de las fuerzas del social-liberalismo (PSOE); una
buena bancada de diputados que en la aritmética parlamentaria representan, sin
embargo, un papel marginal; y algunas comunidades autónomas, también en base a
pactos de amplio espectro que re-significan acusadamente el discurso de ruptura
con el régimen que se supone que fundamentaba esta ofensiva en las instituciones.
Por el
camino, sin embargo, nos hemos dejado muchas cosas: la potencia de los
movimientos en la calle, que han sido encauzados hacia las instituciones y,
posteriormente, ninguneados, por un discurso de la “nueva política” que ha
llegado, incluso, a negar su misma existencia para no tener que responder ante
nadie; una cierta “virginidad” política, que implicaba la idea de la
incorruptibilidad y plena traslación de los deseos populares por unos
representantes elegidos de entre los propios núcleos activistas; y, sobre todo,
el elemento más esencial, el corazón mismo de la propuesta del 15M, conformado
por la idea-fuerza del “Sí se puede”, que ha sido abandonado por una naciente
casta político-parlamentaria neo-socialdemócrata (es su propia definición) que
ahora se dedica fundamentalmente a explicarnos por qué “no se puede” ni se
podrá en mucho tiempo.
La
“nueva política” parece cada vez más obsesionada por deslindarse, no de la “vieja
casta”, a la que ha llegado incluso hasta a adular, sino del “viejo activismo”,
identificado como una residuo pasivo de tiempos pasados que no quiere reconocer
las múltiples cesiones, tanto ideológicas como prácticas, que implica la
gestión de lo posible, que desde las instituciones impone virtudes teologales
como la paciencia, la resignación, la adhesión a una forma retorcida y
personalista de hacer política, y los abrazos continuos con los prebostes de un
régimen que ya nadie identifica como el enemigo a batir, sino con el tablero de
juego que, quizás, en largo plazo, se podrá reformar de alguna manera.
Lo
cierto es que, muy probablemente el fin del ciclo electoral puede ser también
el fin del ciclo dela ilusión del cambio fácil abierto en el 15M. Las
transformaciones, en la historia del capitalismo, difícilmente se han producido
por la mera expresión de disconformidad (en los parlamentos o fuera de ellos),
sin organización de base ni conflicto ulterior, de amplios sectores de
población, incluso en el caso, difícil de probar, de que esos sectores fueran
realmente mayoritarios en el seno de la sociedad.
La
confluencia de una crisis sistémica que se profundiza, y degrada cada vez más
amplios espacios de lo social; junto al fin del ciclo electoral; si se ve,
además, acompañada del abandono de toda esperanza de cambio por parte de las
clases subalternas, puede conformar el caldo de cultivo imprescindible para la
emergencia de formaciones que, basadas en el odio de un proletariado adocenado
y desmoralizado a sí mismo, levanten como bandera la xenofobia, el
autoritarismo y la jerarquización extrema de la sociedad.
¿Qué
camino le queda, pues , a la militancia social y los sectores conscientes y
antagonistas del movimiento obrero, en este complicado escenario, en el que se
entrecruzan los procesos de descomposición sin alternativas de un régimen
político corrupto y de un entero modo de
producción incapaz de valorizar los últimos avances de la técnica y de resolver
sus más profundas contradicciones, hasta el punto de poner en peligro la misma
adaptación ecológica de la especie humana al entorno natural?
Es la
hora de, como decía Sartre, de “construir para hacer visible lo
inconstruido”. Si la principal ausencia
en estos momentos de zozobra, es precisamente la falta de alternativas
radicales y sistémicas a un mundo que se derrumba sin remedio (y eso vale tanto
para el sistema capitalista en su conjunto como para el inefable régimen del 78
en España), la tarea del día, para los sectores más conscientes y activos de la
clase trabajadora consiste, precisamente, en erigir nuevas banderas que, sobre
la base del trabajo crítico sobre el marco de conocimientos atesorado en los
últimos siglos por las fuerzas revolucionarias, establezcan una hoja de ruta
plausible y lineamientos estratégicos a la altura de los tiempos para la
reconstrucción y emergencia de nuevas formas organizadas y de masas de
conflicto social y de poder desde la base.
Este
artículo no es un espacio adecuado para profundizar en una apuesta estratégica
concreta. Hay cosas que no se pueden expresar a plena satisfacción con tanta
brevedad. Sin embargo, aprovecharemos para lanzar algunas líneas-propuesta que
podrían conformar el armazón básico para la construcción del nuevo movimiento
“que quiere abolir el actual estado de las cosas”:
-El
dogal de la deuda debe de ser desatado. Eso pone sobre la mesa la necesidad de
una economía auto-centrada, y de la soberanía monetaria, alimentaria e
industrial, así como de una auditoría de todas las deudas que acabe con la
deriva hacia la “servidumbre por deudas” que trata de imponer el capital como
salida a su crisis. La Europa que queremos sólo puede llegar a existir si la
Unión Europea realmente existente es desmantelada.
-La
profundización democrática no puede ser soslayada. Eso implica la necesidad
dela experimentación con la construcción de “instituciones del común” que, más
allá de la dicotomía del derecho burgués entre lo “público” y lo “privado”,
permitan edificar una nueva estructura política y social basada en el
protagonismo popular.
-La
democracia debe llegar, también, al ámbito de la economía. Los y las
productores y reproductores de la
riqueza social deben determinar su uso, dirigir su producción y reproducción, y
establecer los objetivos a cubrir con la misma. La autogestión generalizada de
la vida económica es la única salida que permite erigir un sistema social en el
que la soberanía, la sostenibilidad y la cooperación sean el centro.
-La
solidaridad entre los explotados y oprimidos debe superar cualquier barrera
nacional o étnica, independientemente del reconocimiento de que los
trabajadores concretos, son personas concretas, con culturas, étnias o
cosmovisiones concretas. La pluralidad y la diversidad son buenas y deben
ser reconocidas, pero la solidaridad de
clase debe traspasar todas las diferencias. De esta crisis civilizacional sólo
podemos salir todos juntos. En el mundo de las deslocalizaciones y los
movimientos globales de capitales, las luchas de los pueblos del Sur, son las
luchas de todos.
-Las
opresiones cotidianas son un buen anclaje para construir poder popular. La
democracia también tiene que llegar a ser la libertad para construir el propio
arte de vivir. La lucha contra el patriarcado, por el pleno desarrollo de las
potencialidades de todos y todas y por una auténtica trasformación cultural que
plantee la “batalla de las ideas”, de formas múltiples y creativas, es la lucha
por la transición sistémica al socialismo libertario. El “conservadurismo
antropológico” es una trampa que amenaza reeditar las ataduras feudales en lo
social, combinado con la servidumbre por deudas. El régimen del socialismo es
el régimen de la libertad, si el socialismo ha aprendido algo de su historia.
-La
resolución de la crisis ambiental en ciernes, obliga a un replanteamiento
completo de concepto mismo de la abundancia. El socialismo es el régimen de la
abundancia, pero no necesariamente del consumo y producción de cachivaches antisociales e innecesarios. La abundancia de
cuidados, de afectividad, de cultura, de todo lo que constituye el armazón de
una vida plena, debe sustituir al derroche desigualitario de recursos
naturales.
Son
propuestas a debate. Falta, también, la discusión sobre los asuntos centrales
de la organización y del trabajo. Pero creo que permiten abrir la discusión.
Creemos
las alternativas que hagan desperezarse al monstruo dormido que el Capital
quiere inducir a las pesadillas.
José
Luis Carretero Miramar.
Comentarios