Shock en el mercado petrolero. Caos en el laberinto.
SHOCK EN EL MERCADO PETROLERO. CAOS EN EL LABERINTO
Recientemente el mercado petrolífero ha estallado, provocando una conmoción internacional justo en el momento más delicado, cuando la pandemia del Covid-19 tiene completamente paralizadas gran parte de las economías del mundo. Los precios del petróleo han caído acusadamente en el último mes, alcanzando a todos los segmentos del mercado y motivando el colapso de la capacidad de almacenaje que llevó a situar con precio negativo el barril de West Texas Intermediate (WTI), de referencia en Estados Unidos, el lunes 20 de abril.
Las recientes amenazas de Donald
Trump de destruir los buques de guerra iraníes que surcan el estrecho de Ormuz
han hecho recuperarse un poco a los precios del “oro negro”, ya que es
precisamente por dicho estrecho por donde circulan cerca de un tercio de las
transacciones globales de crudo, y una guerra en esta zona podría empujar a la
búsqueda de nuevas rutas de exportación, retrasando el suministro varias
semanas. Pero esta bravata del
presidente norteamericano, dirigida contra un país sometido a fuertes sanciones
que le impiden exportar su producción petrolífera, no conseguirá recuperar
definitivamente un mercado que está completamente roto por la convergencia
entre la crisis de demanda desatada por la pandemia del coronavirus y el inicio
del proceso de transición ecológica global motivado por el tendencial alcance
del llamado “pico” de los recursos fósiles.
La dimensión de la crisis
económica global desatada por las medidas de contención implementadas contra la
extensión del Covid-19 (aunque anunciada ya antes de la pandemia por un
creciente volumen de deuda y por la incapacidad de resolver las contradicciones
fundamentales generadas por la crisis del año 2007) es, simplemente, colosal.
Pese a que China es quizás el país que mejor desempeño económico muestra en
este momento, gracias a su actuación adelantada frente a la enfermedad y a que
ha aprovechado la actual bajada de los precios del petróleo para aumentar
acusadamente sus reservas estratégicas de crudo, la economía china se ha desplomado
en el primer trimestre del año un 6,8%, según la Oficina Nacional de
Estadísticas, su primer retroceso desde 1976.
Las exportaciones chinas han descendido un 6,4% y el sector
manufacturero un 9,6 %. El desempleo alcanzó el 6,2 % de la población activa en
febrero, lo que supone el máximo de la serie histórica que se inició en 2002.
En otros sitios la economía aún
está peor. El día 24 de abril, Christine Lagarde, la presidenta del Banco
Central Europeo, avisa de que el PIB de la Unión puede caer este año cerca de
un 15 %. El director para el Hemisferio
Occidental del Fondo Monetario Internacional, Alejandro Werner afirma que
América Latina y el Caribe tendrán un caída del más del 5 % del PIB este año,
provocando una nueva “década pérdida” para el continente. Intentando evitar la
debacle que se apunta, los Estados Unidos preparan una colosal inyección de más
de tres billones de dólares en su economía, que incluye el rescate de las
aerolíneas y el reparto de cheques entre los ciudadanos.
Este el principal factor que
explica el descenso de más del 33% en la demanda de petróleo en todo el mundo
en el último mes y, por lo tanto, el desplome de los precios al mismo tiempo
que los almacenes colapsan, al no poder venderse los barriles. Estados Unidos
está cerca de producir dos millones de barriles más al día de lo que necesitan
sus refinerías y no tiene la capacidad de almacenar el excedente. Irán puede
sufrir las consecuencias de la presión sobre Trump de parte de sus
financiadores de campaña, que le exigen que evite el hundimiento de los
productores de shale oil estadounidense, que necesitan precios más elevados que
los productores de Oriente Próximo para ser rentables.
Esto, además, se produce en un
mercado que ya había sido tensionado en marzo por una extemporánea guerra
comercial petrolera entre Arabia Saudí y Rusia. Una guerra en busca de una
mayor cuota de mercado iniciada por el Reino árabe, que seguramente pretendía
utilizar la enorme inyección de liquidez obtenida en la salida a bolsa de su
petrolera estatal (Saudi Aramco), la mayor empresa del mundo por capitalización
bursátil, para forzar un cambio en el statu quo petrolero global. Sin embargo,
pese a lo que pudiera parecer, quizás el botín apetecido por la Casa de Saud no
fuera tanto minorar la cuota de mercado de Rusia (que podía equilibrar su
presupuesto público con un precio del barril muy inferior al necesario para que
los saudíes hicieran lo propio, y por lo tanto podía aguantar más tiempo el
envite) sino detener las inversiones en el fracking estadounidense en un
momento decisivo.
El acuerdo final en la OPEP+ que
ha puesto punto final a este enfrentamiento, al calor del brutal shock de
demanda derivado de la pandemia de Covi-19, deja también las manos libres a los
saudíes y otros fondos soberanos del golfo para dirigir sus inversiones hacia
las empresas en plena bajada de cotización bursátil en Europa y Estados Unidos.
Así, la entidad Public Investment Fund (PIF), el fondo soberano de Arabia Saudí,
ha comprado en el último mes participaciones en diversas petroleras
occidentales por valor de 1000 millones de euros. Esta lista de inversiones
saudíes incluye a la holandesa Royal Dutch Shell, a la francesa Total, a la
italiana Eni, a la noruega Equinor y a la española Repsol.
Por otra parte, está por ver qué
tipo de efectos tiene la crisis económica global desatada por la pandemia en el
proceso de transición ecológica que ya habían iniciado (dentro de lo posible
dentro del paradigma social capitalista) las energéticas internacionales. En
una carrera que ha incluido la dotación de provisiones multimillonarias para
hacer frente a una hipotética pérdida de valor futura provocada por la crisis
climática y fuertes inversiones en renovables, petroleras y gasísticas están
apostando por convertirse en grandes empresas multienergía, para poder mantener
su dominio de los mercados energéticos en un escenario post-petrolero.
Este proceso de transición ha
sido empujado por las políticas públicas en numerosos países, incluyendo la
España de las recurrentes burbujas de renovables, motivadas por la conjunción
de las ayudas públicas y la desregulación relativa de las subastas
gubernamentales, que permite que los grupos adjudicatarios de capacidad
especulen con las licencias. En esto consiste básicamente el proyecto de Green New
Deal presentado por la presidenta de la Comisión Europa, Ursula Von der Leyen,
en enero: un fuerte impulso público que permita a los actores oligopólicos de
determinados mercados (entre ellos, muy señaladamente, del mercado energético)
realizar su transición de un petróleo en declive a un nuevo escenario
multi-renovable, sin perder su hegemonía económica y social.
Este shock acelerado del precio
del petróleo amenaza con generar problemas adicionales a los estados del Sur
que dependen fuertemente de este mercado para la financiación de sus
presupuestos, y que muchas veces afrontan también tensiones políticas añadidas,
como Ecuador y Colombia. Por otra parte, genera un escenario en el que la
presión debida a las sanciones norteamericanas sobre determinados países
díscolos (Irán, Venezuela, Cuba…) puede provocar situaciones muy duras para los
pueblos concernidos. Las sanciones se han visto, además, acompañadas de
maniobras militares (como en el caso de Venezuela) o abiertas amenazas públicas
de agresión (como en el caso de Irán), y se centran fundamentalmente en
tensionar la economía y los servicios públicos de estos países para tratar de
hacer caer a sus gobiernos, generando crisis humanitarias y sociales que pagan
fundamentalmente las clases populares.
La situación global del mercado
petrolífero es inestable y las implicaciones geopolíticas y económicas de esta
inestabilidad son potencialmente colosales. La conjunción de la caída brutal de
la actividad económica por la extensión de la pandemia de Covid-19 (que implica
la caída de la demanda de crudo), con las tensiones de largo calado de la
necesaria transición ecológica a un escenario post-petrolero, inaugura un
escenario en el que las múltiples incógnitas del futuro próximo abren espacios
para bifurcaciones históricas de incalculables consecuencias.
Algunas de estas incógnitas están
sobre la mesa: está en juego si las petroleras de tamaño medio como las
españolas Repsol y Cepsa aguantarán este envite y conseguirán adaptarse al
nuevo escenario multienergía en un contexto de precios bajos, y si los países
del Golfo Pérsico conseguirán realizar la enorme reestructuración de su
economía que ya ha intentado diseñar Arabia Saudí, que les permita diversificar
su aparato productivo y sobrevivir al momento en que ya no sea rentable sacar
el petróleo que quede bajo tierra. También está en cuestión si Estados Unidos
iniciará en un futuro próximo alguna agresión militar contra los Estados
díscolos de su Orden Mundial que le permita estrangular el mercado petrolífero
y forzar que su producción derivada del fracking vuelva a ser rentable, y si
sus estados satélites podrán gestionar las enormes tensiones sociales que
implicará el hundimiento de una fuente importante de sus presupuestos públicos,
en un contexto de creciente lucha de clases como el de América Latina.
El mercado es el impredecible
dueño y señor de nuestros días. Y el mercado sopla vientos de caos en este año
sin parangón en la historia mundial.
José Luis Carretero Miramar.
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