El anarquismo y yo.
EL
ANARQUISMO Y YO.
Últimamente
se alzan voces que reclaman “pasar cuentas” a quienes se denomina “anarquistas
de Estado”. Gentes malévolas, estos “anarquistas pro-Estado”, que defienden
algo tan contradictorio para el movimiento libertario como los servicios
sociales públicos. Traidores de una clase especial, que quieren hacer algo tan “antianarquista”
como proteger los intereses inmediatos de la clase trabajadora en el momento de
la historia reciente en que son más duramente atacados.
¿Por
qué defender los servicios sociales si podemos hacer feroces proclamas,
perfectamente intrascendentes, sobre una Revolución siempre futura y absolutamente
perfecta que, sin embargo, nunca preparamos?
¿Por
qué insertarnos en las luchas de masas de la clase trabajadora si podemos
(debemos, éticamente, según parece) ser perfectamente irrelevantes, una vez
más?
Por
supuesto, lo que late detrás de esta discusión es una clara diferencia a la
hora de interpretar lo que es el anarquismo. Un desencuentro esencial y de
raíz, en el que uno de los lados, o quizás los dos, pueden estar equivocados.
Sabiendo
que la razón es esquiva y que lo que uno ha leído ha visto en su trayectoria
vital puede ser una ilusión o una mentira. Sabiendo que, al fin y al cabo, el
error es tremendamente humano, y que sólo un debate honesto y sincero puede, a
lo mejor, aclarar un poco las cosas, intentaré (yo, que según parece, soy uno
de esos malévolos “anarquistas de Estado” que tanto mal quieren hacer) explicar
un poco mi relación con eso que llaman “anarquismo”.
En
primer lugar debo aclarar que, probablemente, yo no soy anarquista. No lo soy,
desde luego, en el sentido que muchos dan a ese término. Sólo me he sentido
identificado con él, en algunas ocasiones, por razones muy concretas. Y esas
razones son, precisamente, las que voy a explicar ahora.
Llamado,
por mis lecturas adolescentes y por el contacto con las gentes que, a mi
alrededor, habían tenido algo que ver con el movimiento libertario, yo entendí,
desde mi juventud y con mi limitada capacidad intelectual, que el anarquismo
tenía una serie de características que, entre otras no menos importantes,
podían ser las siguientes:
-En
primer lugar, el anarquismo era una ideología que defendía los intereses de la
clase obrera. La relación del movimiento libertario con la clase trabajadora no
era episódica ni circunstancial. El anarquismo nació, en las montañas suizas,
de la confluencia entre un
revolucionario ruso y los obreros de la Federación del Jura. Desde el primer
momento estuvo íntimamente relacionado con la Internacional. Era una de las
ramas principales del movimiento socialista, con todas las implicaciones que
ello comporta.
¿Implicaciones?
La CNT era un sindicato. De hecho era, como me dijo Alfonso Alvarez hace poco
que decían los ancianos de su pueblo, “El Sindicato”. El anarquismo era un
movimiento de clase. Incluso, cuando se decía que el anarquismo trascendía los
intereses proletarios, para atraer a otros sectores, no por ello se insinuaba siquiera
que se debía de abandonar la organización de la clase trabajadora.
Además,
los intereses a defender eran tanto los “finales” como los “inmediatos”. Y
este, precisamente, era uno de los elementos definitorios del movimiento
libertario: esa flexibilidad entre reivindicaciones salariales e intentonas
revolucionarias. Defender a la clase era defender sus reivindicaciones: de
salario, ahora; de servicios sociales (salario indirecto), también ahora; de
control obrero de la producción y los servicios colectivos, a la mayor
brevedad; de otro tipo de sociedad, en cuanto se pudiese.
El anarquismo organizaba a la
clase trabajadora para defenderse, en el seno de la sociedad de clases
existente, de la explotación y la opresión. Tanto a nivel inmediato
(sindicalismo) como a largo plazo. El anarquismo no esperaba al Juicio Final
Revolucionario para actuar. Defendía a las gentes de carne y hueso en sus
necesidades vitales inmediatas, y acumulaba fuerzas para hacer la Revolución en
cuanto hubiera la ocasión. Así de sencillo.
-Además, el anarquismo defendía
la cultura. También, así de sencillo. Defendía el conocimiento, la ciencia, el
pensamiento libre y fundamentado. Trataba de extender todo lo posible la
educación entre la clase trabajadora. Los libros, el debate, la relación con
los artistas e intelectuales comprometidos, eran cosas importantes. Había que
leer mucho para ser un anarquista “de pro”. La formación era inexcusable. Había
quien llevaba los folletos para leerlos en su descanso del andamio, quienes se iban a las
bibliotecas y ateneos después de jornadas de más de diez horas de trabajo.
-Por otra parte, el anarquismo
era, al fin y al cabo, el elemento más acabado de la evolución del libre
pensamiento europeo. Era la conclusión lógica de la línea humanista recuperada
en el Renacimiento. La crítica de la religión y el ateísmo tenían algo que ver
con todo esto. Algo que no era, precisamente, circunstancial ni esporádico. El
anarquismo derivaba del pensamiento de Spinoza o D´Holbach, en el sentido de
que incorporaba una cosmovisión profundamente materialista y antiteológica del
mundo. Estaba lejos, por tanto, de la ascética cristiana y de la apología del
sufrimiento de quienes creen que existe otra vida perfecta en algún otro lugar
no material.
-Por último, y entre otras cosas
(estoy sacando sólo los temas que me parecen más relevantes para la discusión
que encaramos), el anarquismo pretendía hacer una Revolución, transformar el
mundo (aunque no se lo crean, esto también derivaba del ateísmo). No tenía, por
tanto, el menor interés en ser irrelevante, en no existir, en ser marginal y
vegetar apartado. Sus gentes intentaban despuntar en la lucha diaria de la
clase trabajadora, y en la poesía, la música, la biología, la geografía…En todo
lo que pudieran, Sus organizaciones intentaban crecer, operar en el centro de
las luchas de las masas, acompañar en sus victorias y derrotas a las multitudes
proletarias. El anarquismo no era una teodicea laica que permitiera esconderse
en un rincón para ser ferozmente puros, mientras el mundo y la vida se
desplegaban al margen intocados. El anarquismo quería intervenir.
Por supuesto, puede que esté
equivocado, que mis análisis fueran totalmente erróneos, que el anarquismo
nunca fuera eso. Es más, un parte del movimiento libertario actual podría decir
(y dice) sobre estos temas cosas como las siguientes:
-La clase obrera no existe. Es inútil,
brutal, garbancera, traidora. Son una panda de fachas, y además se dejan
explotar porque quieren. No tenemos nada que ver con ellos. Sus
reivindicaciones inmediatas nos generan repulsión, su “Revolución del trabajo”
no es otra cosa que otro tipo de cadenas.
-La cultura es tortura. No hay que
saber demasiadas cosas. Todo lo que se ha escrito, lo han escrito los
burgueses. Todo lo que se escribe ahora, lo escriben profesores-funcionarios-mercenarios
(curiosamente menos lo que nos da la razón, que ya da igual quien lo escriba).
Mejor leer sólo lo nuestro. Lo que no genera dudas. Una cultura amplia es una demostración
de pertenencia al enemigo. Para ser anarquista no hace falta leer. La ciencia
no vale: la espiritualidad sí.
-El materialismo es insano,
putrefacto. El libre pensamiento es burgués y liberal. Los santos y los
intérpretes nos enseñan el camino. La imagen de la sociedad futura es un
convento o un ashram ¿Dios y fueros viejos?
-Esperad, buscad la verdad. Ya
haremos algo cuando hayamos sido iluminados. Lo importante es separarse,
diferenciarse de la masa. Ser distintos a nuestros familiares, a nuestros
amigos, a nuestros compañeros de trabajo. Estar separados y juzgarles. No son
dignos de nosotros. Nosotros tampoco somos dignos de nuestro alto ideal. No es
importante estar en el centro de la acción, porque allí todo es impuro.
Separarse y buscar la verdad, y ser espirituales y limpios. Nada que ver con la
chusma.
Por supuestos, en mis paseos y
recorridos por el mundillo anarquista también he encontrado obreros honestos,
sindicalistas luchadores, mujeres que buscaban ser personas, fueran madres o no,
gentes de amplia y extensa cultura.
Pero ya les digo, igual estoy
equivocado y nunca he sabido que es el anarquismo. Igual no soy anarquista,
aunque esto último la verdad es que me da igual.
Yo tengo claro lo que defiendo.
José Luis Carretero Miramar.
Comentarios
Un saludo, compañero.
P.D. En los enlaces del blog, a la derecha, el de "Anarkismo.net" está mal puesto ;-)
Veo que por fin has aceptado tu condición de pequeño burgues aferrado aun pasado que no volverá y dispuesto a seguir colaborando con los torturadores para mantener el espejismo de aceptación por parte de la clase dirigente. Te felicito.
Desde que hice eso mismo soy feliz, aunque eso me supusiese abandonar ese estadío previo al Nirvana que era la militancia en según que sectores del autodenominado movimiento anarquista (por que ya ni libertario se llama alguno).
Pero bueno Lennon, lamentablemente aquellos que deberían leer, entender y reflexionar acerca de tu escrito se consideran hidalgos jaleados por balidos que cabalgan irremisiblemente hacia la victoria ...
A veces pienso que sería más facil convencer a un cocodrilo de que se hiciese vegetariano que el que ciertos "militantes" entiendan textos de la complejidad de "Teo va al colegio" (una vez más un texto socialfascista, es que se me ve el plumero...)
Sigue escribiendo y un abrazo
¡Señor, o lo que seas (¡con perdón!), Dexter! Por lo menos te has podido expresar libremente en esta entrada, cosa que el tal «Félix (Rodrigo Mora) de los ingenios» no deja hacer en su Blog.
http://grupostirner.blogspot.com.es/2012/05/el-anarquismo-y-yo.html
¡Perdón, me he adelantado!